1. En tiempos de crisis, la música es sanadora
Vivimos momentos complicados, confusos. Y siempre en momentos de crisis, ya sea económica o de valores, el arte se alza como instrumento de expresión impagable para aliviar penas e inspirar pensamientos positivos. El cine musical ha sido, en momentos clave, una vía estupenda de desahogo y escapismo.
En este preciso momento, en que no solo Estados Unidos vive una situación complicada, parece un golpe de genio que el director Damien Chezelle (Whiplash) haya apostado por resucitar el género con un rigor no visto en décadas. Vista la reacción que está provocando a nivel mundial, es evidente que la jugada le ha salido muy bien.
2. Una banda sonora memorable te levanta una película
Un musical sin una buena banda sonora es como un show de travestis sin playbacks. En las últimas décadas, a pesar de los intentos, no ha terminado de cuajar ningún musical que pudiera mirar cara a cara a los clásicos de mediados del siglo pasado. Sí, Moulin Rouge tuvo su gracia, y en Dreamgirls se notaban las ganas de hacer algo bueno, pero ninguno llegó a ser redondo. De la reciente Los miserables, mejor no hablar.
En esta ocasión el riesgo era total, porque Chezelle apostó por una banda sonora completamente original, compuesta por Justin Hurwizt, Benj Pasek y Justin Paul. El milagro se ha producido, porque, como mínimo, crearon un clásico instantáneo del género, City of Stars. El resto de composiciones no desmerecen, y enriquecen enormemente lo que vemos. Como debe ser.
3. Hace falta una pareja protagonista que enamore para que el espectador se enamore
Incluso quienes aún no la han visto son conscientes de la química que destilan Emma Stone y Ryan Gosling. Una vez vista, es imposible no rendirse a sus pies. En una película en la que el glamour clásico de los musicales de maestros como Vincente Minnelli está muy bien recreado.
Stone y Gosling forman una pareja romántica que encandila, entre otros motivos, porque parecen salidos de otra época, pero en ningún momento recurren a guiños hipster o camp para ganarse al personal. Aquí no hay ironía de ningún tipo en el tratamiento del musical, solo se siente amor apasionado por el género.
4. Resulta imposible no empatizar con los dilemas de los protagonistas
Sí, un musical tiene que ser ante todo un entretenimiento. Pero un gran musical es capaz de generar reflexiones y emociones que no siempre tienen que ver con la euforia. Y eso sucede en La ciudad de las estrellas – La La Land, que arranca muy alto, con una primera secuencia prodigiosa, y nos conduce por un camino de rosas que recuerda a clásicos como Un día en Nueva York. Una vez que el romance idílico se tiñe de drama, la película adquiere tintes cercanos a Ha nacido una estrella.
Durante ese viaje se van planteando cuestiones que tienen mucho –todo– que ver con el tiempo en que vivimos: se habla de ambición, de la dura competencia a la que nos enfrentamos cada día, de lo complicado que resulta equilibrar los intereses en una pareja… Y todo ello se nos plantea cantando y bailando, en una realidad paralela que se hace mucho más fácil de asimilar.
LA PELÍCULA LA CIUDAD DE LAS ESTRELLAS – LA LA LAND SE ESTRENA EL 13 DE ENERO EN CINES.
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