La nostalgia no funciona con el colectivo LGTBIQ+ en 2022 (porque al armario no volvemos)

Nuestro colaborador Rubén Serrano nos recuerda que el colectivo LGTBIQ+ debe mirar hacia adelante y seguir luchando por nuestros derechos, porque al armario no vamos a volver.

La nostalgia no funciona con el colectivo LGTBIQ+ en 2022 (porque al armario no volvemos)
3 enero, 2022
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El año 2021 pasará a formar parte de la memoria del colectivo LGTBIQ+ y siempre lo recordaremos como el año en el que un grupo de jóvenes asesinaron a Samuel Luiz por maricón. En este año que se va, se han cumplido tres décadas de otro homicidio lleno de odio que tampoco podremos borrar: el de Sonia Rescalvo, mujer trans, a manos de una banda de nazis.

Ambos crímenes han marcado nuestra historia, como comunidad y como país, y entre ambas fechas hemos conseguido subir varios escalones que tenemos que poner en valor para que la nostalgia que está tan de moda no nos embauque.

Los derechos de las personas trans han dado grandes pasos en los últimos treinta años. A principios de siglo, aún tenían que someterse a una cirugía para poder cambiar la mención al sexo en el DNI. Después, con la ley de 2007, entró en vigor la necesidad de un informe médico de disforia de género y de estar dos años en tratamiento hormonal. Finalmente, este año llegó la tan ansiada despatologización con la Ley Trans.

Si bien la aprobación de este texto, que ha quedado unido al de Igualdad Real de todo el colectivo, supone la primera vez que en quince años se legisla a nivel estatal en materia LGTBIQ+, urge que también incluya a las personas no binarias, migrantes y a los menores de 14 años. Justamente, la realidad de las personas no binarias por fin se ha puesto encima de la mesa, algo que en 1991 no nos hubiéramos imaginado. Además, estamos siendo más visibles que nunca en política, televisión, cine, deportes, panaderías, barras de bar, parques, institutos…; espacios que también son nuestros.

Asimismo, hemos pasado la pantalla del matrimonio igualitario y de la adopción homoparental para volver a recuperar derechos que el PP nos arrebató: la reproducción asistida de mujeres sin pareja, lesbianas y bisexuales y, por primera vez, de personas trans. Es cierto que el discurso del odio que acabó con la vida de Sonia Rescalvo vuelve a campar a sus anchas y a validar palizas y más asesinatos.

No obstante, este discurso no se escucha solo en escaños y medios de comunicación, sino también en vídeos de YouTube, canales de Twitch, mensajes de Whatsapp y tuits. Se ha perdido la vergüenza a ser abiertamente LGTBIfóbico y, quienes antes lo callaban, ahora no tienen reparo en evidenciar que para ellos nuestras vidas son inferiores, indignas, sucias.

Aparte del asesinato de Samuel, este año hemos visto palizas y humillaciones muy graves por toda España que han acabado en fracturas e ingresos hospitalarios. Sin embargo, si nos hemos enterado de tantas agresiones, es porque las estamos denunciando más públicamente. Nosotras también hemos roto el tabú y el miedo de señalar la violencia que sufrimos. Así, aunque este año la justicia ultraconservadora haya censurado nuestros libros y los nazis hayan salido por Chueca, hemos saldado deudas pendientes.

 

Entre 1991 y 2021 hemos recorrido juntas, como personas disidentes, un camino para el que no hay vuelta atrás. Nuestro yo marica, bollo, bi, trans, no binarie o queer de los noventa no vivía mejor que nuestro yo actual.

Hace tiempo que hemos salido de los armarios en los que el heteropatriarcado nos encerró, y no vamos a volver allí dentro. No vamos a renunciar a este aire puro. No nos podemos permitir apagar esta llamarada por la que tanto han, y hemos, luchado.

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