Crítica: '52 martes'

Lo más tentador sería comparar 52 martes con Boyhood por las condiciones similares de sus rodajes, si bien en este caso la producción tan solo se dilató a lo largo de un año durante 52 semanas consecutivas y con fines mucho menos épicos. La intención de su directora, la debutante australiana Sophie Hyde, era retratar […]

25 mayo, 2015
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Crítica: '52 martes'

Lo más tentador sería comparar 52 martes con Boyhood por las condiciones similares de sus rodajes, si bien en este caso la producción tan solo se dilató a lo largo de un año durante 52 semanas consecutivas y con fines mucho menos épicos. La intención de su directora, la debutante australiana Sophie Hyde, era retratar en clave de falso documental la transición que sufre el personaje transexual de James, interpretado por el actor transgénero Del Herbert-Jane, en su evolución física de mujer a hombre, pero siempre a través de los ojos de su hija Billie (Tilda Cobham-Hervey), relegando la transexualidad a un segundo plano no menos importante.

Crítica: '52 martes'

Billie es una chica de 16 años que ha comenzado a descubrir el sexo de muy diferentes maneras. Una, a través de su relación con dos compañeros de clase, con quienes termina por entablar una relación sexual a tres bandas. Pero la que más parece afectarle es la que involucra a su madre, que acaba de iniciar el proceso de cambio de sexo. Durante el tiempo que dura la transición, no siempre agradable, James pide a Billie que se mude a casa de su padre con la idea de que el cambio le influya lo menos posible, pero fijan una costumbre semanal: verse cada martes por la tarde. Una norma que, más allá de la trama, también se impuso el equipo de la película, que solo podía rodar los martes hasta medianoche para potenciar así el neorrealismo y la improvisación con los actores, todos no profesionales.

Crítica: '52 martes'

Al igual que ocurría en la película de Richard Linklater, el guion de 52 martes también se prestó a cambios durante el rodaje, solo que a diferencia de Boyhood, aquí sí terminan afectando a la coherencia final de la historia, no así a la naturalidad con la que está contada. Hyde consigue un nivel de intimidad más propio de un documental, regado de preguntas sobre la identidad sexual y lo queer que pocas veces tienen cabida en el cine (¿Te siguen gustando las mujeres? ¿Debo llamarte papá ahora?) y que adquieren todo el sentido desde una óptica adolescente.

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