Paco Nieva y su ‘Don Juan maricón’, por Juan Carlos Pérez de la Fuente

El viernes nos despertamos con la tristísima noticia de la muerte de Francisco Nieva. Hoy queremos recordarlo con una emotiva carta en la que Juan Carlos Pérez de la Fuente –discípulo suyo y, además, gran amigo, sobre todo a raíz del estreno de Pelo de tormenta en el Centro Dramático Nacional– ha escrito especialmente para […]

12 noviembre, 2016
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Paco Nieva y su ‘Don Juan maricón’, por Juan Carlos Pérez de la Fuente

El viernes nos despertamos con la tristísima noticia de la muerte de Francisco Nieva. Hoy queremos recordarlo con una emotiva carta en la que Juan Carlos Pérez de la Fuente –discípulo suyo y, además, gran amigo, sobre todo a raíz del estreno de Pelo de tormenta en el Centro Dramático Nacional– ha escrito especialmente para nosotros. En ella narra el compromiso del dramaturgo con la causa gay, y su amistad con Shangay.

 

UN VALS PARA TRES

 

Ayer no lograba entenderlo. Hoy, por fin, ya lo he entendido. Ha sido un capricho, un viejo y ansiado capricho quijotesco, no me lo niegues. Dormías plácidamente y eras tan feliz viajando por el universo de tu imaginación, que decidiste instalarte en la otra orilla. Lorca te estaba esperando y entonces surgió el deseo irreprimible de bailar con él. Por fin había llegado el mágico instante de alcanzar tu sueño: ¡Bailar con Federico su Pequeño vals vienés! Allí estaba él y allí estabas tú. Te miró con sus enormes ojos de luna blanca. ¿Bailamos?, dijiste. Y él, que es igual de caprichoso que tú y conoce todos tus anhelos, no podía darte calabazas. Cuando vuestros cuerpos se enlazaron y empezabas a entender la eternidad, en ese preciso momento, despertásteis a Leonard Cohen, que mira tú por dónde, estaba haciendo yoga en su casa de Los Ángeles. Él, con su voz de tortuga perezosa, tan solo dijo “Take this waltz”. Federico sonrió con sus labios de caramelo y sus dientes de nácar y la trinidad se hizo amor, y el amor luz. Y cruzásteis el portón del misterio, mientras un gigantesco coro de angelotes de Murillo cantaban con la boca cerrada “¡Ay, ay, ay, ay! Toma este vals que se muere en mis brazos”.

 

¡Ay, ay, ay, mi querido y amado Nieva, qué calladito te lo tenías! Menuda sorpresa nos guardabas. Preparaste todo minuciosamente para la gran mise-en-scène. Y a Cohen lo necesitabas para que pusiera música a la letra. Se te ha visto el plumero: eres puro teatro. ¡Cuánto te gusta el gran teatro de aparato y farfolla! Si en la vida, tu vida, fuiste uno de los grandes maestros del teatro europeo, en la muerte no podías ser menos. Eres un culo inquieto. Y ahora que lo pienso, si tú fuiste el creador de la reópera, ¿qué nombre inventarás ahora para la muerte? Con esto de que eres académico, seguro que no se te pondrá nada por delante.

 

Fuiste y seguirás siendo por toda la eternidad  el dios de la fantasía, y un alumno aventajado del dios de la libertad, Cervantes, el patrón laico de España, en lo que a libertad se refiere. Y a dignidad, la piel de la libertad. Ya estamos entrando en materia. La libertad, palabra maldita en esta tierra. Y si no le preguntamos a Lorca: ¿Por qué siempre hay que pagar un precio tan alto por la libertad? Eso pasa por leer tanto a Cervantes. Te creíste el Quijote de Valdepeñas, y con tu armadura roñosa y chirriante de artista, con un ramo de margaritas en el culo, te pusiste el mundo por montera. ¡Cómo disfrutabas provocando a la chusma cuando te gritaban “¡Ahí va el loco, el rebelde, el furioso!”.

 

Desde niño ya eras un inconformista y un ‘tocapelotas’. Y todo para  encontrarte a ti mismo, ser tú mismo. Huiste de esta tierra y te ‘aireaste’ en París, Florencia o Venecia. Buscabas otro mundo, otro arte, otra belleza, la plenitud de los sentidos. Fuiste un esnob ibérico, un chorizo de cantimpalo con pajarita y un aristócrata hippy con geranios en el sombrero. Hiciste de tu vida un carnaval. Y tú, la reina, en su carroza rosa de merengue de fresa, con los pelos electrizados por la tormenta.

 

¡Y conociste el amor y el sexo, el de las mujeres, el de los hombres… Pero siempre se vuelve al lugar del crimen. Regresaste. Eso sí, sin rencor y con mucha dignidad. Parecías un Don Juan posmoderno a punto de recitar aquello de “Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí…”. Nunca te lo he dicho, y no voy a perder esta oportunidad: estoy seguro de que hubieras escrito una versión transgresora y revolucionaria del Don Juan Tenorio. Tu Don Juan no dejaría incólume a Don Luis. Imagínate los titulares… ¡Un Don Juan maricón!, dirían las mentes biempensantes.

 

Supongo que ya sabes que esta carta se va a publicar en la revista Shangay, una revista que conocías muy bien. Siempre fuiste un luchador, un reivindicador de la sexualidad libre, sin ataduras, sin hipocresías. No hace mucho, decías: “En España, siguen existiendo prejuicios de todo tipo alrededor de la homosexualidad”. Hay que seguir luchando, mi querido Paco. La libertad se conquista todos los días.

 

Muchos de los que lean estas líneas ya te conocen y han degustado tu teatro. Para otros aún estás por descubrir. Propongo hacer tu club de fans para reivindicar tu teatro, tu locura y tu rebeldía. Eres, y seguirás siendo, un profeta de la libertad.

 

Entre nosotros, te aseguro que más pronto que tarde, volveré a un teatro público para armar la ‘marimorena’ y darles a probar a estas chicas y chicos de ahora mismo, un poquito de tu teatro furioso. Se van a enterar.

 

 

Juan Carlos Pérez de la Fuente

Director de escena y productor

 

Paco Nieva y su ‘Don Juan maricón’, por Juan Carlos Pérez de la Fuente
Juan Carlos Pérez de la Fuente, ex director del Centro Dramático Nacional y del Teatro Español, recuerda a Paco Nieva especialmente para los lectores de Shangay.
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