Sobrevivir a ISIS, el testimonio de un gay sirio

El pasado noviembre, dos jóvenes sirios de 20 años acusados de sodomía eran apedreados hasta la muerte. La ejecución ocurría en Deir Zor, en el noreste de Siria, donde se asienta el Estado Islámico (ISIS en sus siglas en inglés). Se trataba de la primera ejecución pública de dos hombres gays a manos del grupo […]

3 marzo, 2015
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Sobrevivir a ISIS, el testimonio de un gay sirio

El pasado noviembre, dos jóvenes sirios de 20 años acusados de sodomía eran apedreados hasta la muerte. La ejecución ocurría en Deir Zor, en el noreste de Siria, donde se asienta el Estado Islámico (ISIS en sus siglas en inglés). Se trataba de la primera ejecución pública de dos hombres gays a manos del grupo yihadista, pero, desgraciadamente, no sería la última.

Sobrevivir a ISIS, el testimonio de un gay sirio

Pero en realidad, la interpretación de la ley religiosa que sirve de Constitución en el califato no condena a los homosexuales a morir lapidados, sino a ser lanzados al vacío desde un lugar alto. Durante los últimos meses hemos conocido brutales asesinatos en los que se empleaba este método, como recogíamos en estos artículos: Arrojados al vacío dos gays en IrakEl ISIS arroja otro homosexual desde un edificio.

Sobrevivir a ISIS, el testimonio de un gay sirio

Tras cuatro años de guerra y más de 200.000 muertos, las ejecuciones de homosexuales aumentan en los dominios del El que se extiende entre Siria e Irak. Las imágenes de dos jóvenes empujados desde la azotea de un edificio en Irak, y que os contábamos en este artículo,  dieron la vuelta al mundo. Con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda, eran lanzados al vacío al tiempo que el verdugo voceaba: “¡Musulmanes, sed testigos de la aplicación de la ley!”.

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Pero los homosexuales no son las únicas víctimas del sanguinario ISIS. Hemos podido ver decenas de ejemplos de presos políticos que han sido decapitados e incluso quemados vivos, registrados en vídeos y fotografías que los yihadistas han mostrado orgullosos en sus redes sociales.

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Varios de los jóvenes homosexuales sirios intercambian sus relatos en las oficinas de la ONG Proud Lebanon, a las afueras de Beirut. Un doble drama que aglutina su huida de la guerra y la discriminación sufrida por su sexualidad. Perseguidos tanto en zona leal como enla rebelde, a la comunidad homosexual siria tan solo le queda el exilio para sobrevivir. En 2013, el libanés Bertho Makso, cofundador de la ONG, comenzó acogiendo a refugiados sirios gays.

“Proporcionamos servicios médicos, psicológicos, cursos de formación y un plato caliente. Para muchos será el único que ingieran en el día”, explica Cosette Maalouf, trabajadora de la ONG, al diario El País.

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El centro acoge a 320 homosexuales, y más del 60% son sirios. “La mayoría ven Beirut como un lugar de paso para ir a Europa”, explica Makso, quien asegura que el año pasado 70 de ellos obtuvieron asilo político.

“Se trata de una comunidad muy vulnerable dentro de los refugiados sirios, pero no hay estudios u organismos que realmente monitoreen estos casos. No son solo perseguidos por el Estado Islámico (ISIS) sino por los rebeldes, las leyes sirias y la propia moral social. Los ataques del EI son más visibles por su policía moral”, apunta Nadim Khoury, director de Human Rights Watch en Beirut.

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Entre los 320 beneficiarios, tan solo hay cuatro mujeres. “En nuestra sociedad no se considera que la mujer tenga una sexualidad, y durante la guerra estamos recluidas en el hogar. De ahí que a las lesbianas nos sea más fácil pasar desapercibidas. No sé de ninguna ejecución de una mujer homosexual”, cuenta Bahiya, de 28 años.

Allí encontramos el testimonio de Ibrahim, que ya hace más de un año que huyó de Raqqa, su ciudad natal. Este médico homosexual de 33 años ha sido perseguido y encarcelado bajo la ley siria, desterrado de su propia tribu y condenado a muerte por los yihadistas del ISIS, pero ha tenido la suerte de escapar a una triple condena y vivir para contarlo.

En 2010, Ibrahim fue delatado y arrestado en virtud del artículo 520 del Código Penal sirio, que dice que aquellos que realicen “actos sexuales innaturales” serán condenados hasta a tres años de cárcel. Pero Ibrahim fue un afortunado, porque su familia, recurriendo a contactos con el régimen y previo pago de 18.000 euros, consiguió sacarle de la cárcel. Libertad que le duro poco: “Cuando pensé que todo había pasado, empezó lo peor. La revolución comenzó, el caos se apoderó de Raqqa, el Ejército Libre Sirio mutó en Al Nusra (filial de Al Qaeda en Siria) y en el Estado Islámico (ISIS)”.

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“En Raqqa, la comunidad gay era activa. Pero solo a los que reciben en el acto sexual se les considera gays. Muchos de aquellos que tenían mujeres y se acostaban con hombres fueron a parar a las filas de Al Nusra y del ISIS. Para expiar sus culpas entregaron a todos los gays que conocían de su fase prerevolucionaria. Mis tres amigos pagaron con su vida y de sus teléfonos sacaron los números de decenas de otros como yo”, relata Ibrahim.

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Poco después, el médico fue secuestrado y torturado por los yihadistas. Su tribu intervino por última vez pagando 10.000 euros por su vida. “Tenía familiares cercanos al ISIS y Al Nusra que pedían mi cabeza. Mi tío logró negociar mi libertad pero me dieron dos horas para abandonar Raqqa. Yo había deshonrado a mi familia y a mi tribu”.

Rápidamente escapó a Damasco, zona leal al régimen y donde aún perduran varios hamam, baños árabes donde tienen lugar encuentros entre hombres. Una práctica ilegal que con dinero no supone un problema para el régimen. Cuando se enteró de que era perseguido y condenado a muerte por los yihadistas del ISIS, nuestro protagonista huyo como refugiado al Líbano.

Sobrevivir a ISIS, el testimonio de un gay sirio

Ibrahim aún guarda esperanzas de una nueva vida: “Hemos estado años bajo la represión del régimen y a la comunidad internacional no le ha importado. Llevo siete meses en espera de asilo político en Europa. Intento mantener la cordura, porque sé que merezco un nuevo comienzo. Pero hasta ahora no me han dado la oportunidad”.

En marzo de 2012, Jorge, un joven de 35 años de padre sirio y madre española, quedó con su novio en un hotel. “La policía nos pilló en la cama. Nos arrastraron desnudos por los pasillos y por la calle. Nos llamaban enfermos mentales al tiempo que nos pateaban”, rememora este antiguo profesor de Filología Hispánica, que consiguió escapar pagando una fianza de 3.000 euros.

“Al poco me convocaron para alistarme en el Ejército. Al ser hijo único estoy exento del servicio militar, por lo que supe que era una trampa para encarcelarme por ser gay. Hice las maletas y huí a España”, concluye Jorge, que tuvo la opción de escapar a nuestro país con su pasaporte español. Un deseo que aún no ha podido cumplir Ibrahim, y que esperamos que se haga realidad pronto.

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