Si te nombran a Miley Cyrus lo primero que te viene a la cabeza no es una canción suya, sino su kilométrica lengua. O esa hucha –también conocida como ‘camel toe’– que le encanta marcar con sus exiguos bodies. O la salchicha gigante sobre la que cabalga en la recta final de los conciertos del Bangerz Tour. Una vez repasas las sugerencias de tipo sexual es cuando empiezan a venirte a la cabeza títulos de canciones. ¿Con quién ocurrió eso en determinado momento de su carrera? Efectivamente, con Madonna.
¿Está dotada Miley Cyrus para heredar el trono y ser coronada en un futuro como nueva reina del pop? Madonna, por si acaso, ya se apuntó un tanto cantando a dúo con ella en el MTV Unplugged de Cyrus, donde interpretaron un medley de Don’t Tell Me y We Can’t Stop en que, por una vez, no marcó ella la tendencia a seguir, sino que se apuntó a la de su aventajada pupila y no se resistió a sacar la lengua con –fingido– descaro. Ahora mismo no hay estrella pop masiva más descarada que Miley Cyrus, feliz de provocar cada vez que tiene ocasión. Da la sensación –como ocurrió en el momento de mayor gloria de Lady Gaga– que tiene detrás a algún genio, dedicado a ejercer de mente pensante y hacer realidad cualquier idea, por descabellada que resulte, con tal de que se hable de Cyrus. ¿Que su actuación en Barcelona coincide con un festival de tanto tirón mediático como Sónar? Pues que Miley ondee una ikurriña, y la foto en las primeras páginas de los diarios está asegurada. Encima, la cara de satisfacción de la artista indica que es feliz provocando. Como le sucede a Madonna desde hace décadas –aunque su rictus se haya agriado en los últimos años–.
Parece pronto para dilucidar si Miley puede llegar a romper moldes como Madonna, y convertirse además en indiscutible icono gay. Y es que la hija de Billy Ray Cyrus –y ahijada de Dolly Parton– solo tiene 21 años. Lo más parecido que tiene a ese legendario libro de fotografías de Madonna titulado Sex es el programa de mano de su actual gira. Y We Can’t Be Tamed está lejos de poderse comparar con Erotica. Como mucho, On My Own –injustamente relegada a la condición de bonus tracks en la edición deluxe de Bangerz– se da un aire con Candy Shop, y porque las dos las produjo Pharrell Williams. Miley Cyrus va embalada, es cierto, y experiencia para sacarle partido a los medios no le falta. Solo está por ver si demuestra una ambición musical similar a su deseo por estar en boca de todos… y sacarle la lengua al mundo.