Cheryl Cole se siente sexy y segura de sí misma. Es una mujer felizmente casada, acaba de tener un nuevo número 1 en Inglaterrra con Crazy Stupid Love –en España, salvo en la escena gay, la verdad es que ha pasado totalmente desapercibido– y por fin parece haber cogido su propio ritmo.
Estrena nuevo single, I Don’t Care, en cuyos créditos aparece como coautora, y suena a jitazo. Cheryl parece haberse fijado en estrellas emergentes como Ronika, que a su vez siempre ha bebido de la Madonna de los 80, y apuesta por un sonido retro de pop con un deje funky que le sienta como un guante.
En la letra, todo un ejercicio de autoafirmación, viene a decir lo mismo que Icona Pop en su legendario número 1, o lo que Alaska y Dinarama en su clásico himno gay A quién le importa: que le da igual lo que digan de ella. Y se ha justificado diciendo que ahora es una mujer adulta, que ya no da tanta importancia a cosas que antes le quitaban el sueño. Enfundada en hotpants de vértigo, Cheryl vive un momento dulce, y su música lo transmite.