Parece que Gérard Depardieu lleva una temporada más centrado en llamar la atención con truculentos titulares que en su trabajo como actor. Así, a su exaltado amor por Putin, sus constantes borracheras y problemas legales, ha añadido una serie de declaraciones explosivas para presentar su autobiografía Ça s’est fait come ça (Así sucedió).
El actor de 65 años ha asegurado que su madre no quería que naciese: “He sobrevivido a las agujas de calcetar de mi madre [con las que se intentó provocar el aborto]. No debería haber nacido. Soy un superviviente”.
Además, ha confesado que durante su adolescencia intentó conseguir dinero por todos los medios: «Un día me dí cuenta de que mi cuerpo gustaba mucho a los homosexuales. Y pensé que prostituirme me permitiría ganarme una pasta de vez en cuando».
Depardieu continuó revelando que con 20 años llegó a saquear tumbas para quitarles las joyas y los zapatos a los cadáveres, robó a los estudiantes que dormían a la intemperie durante las manifestaciones de mayo del 68 y a sus propios clientes. Una perita en dulce.
Gérard Depardieu no deja títere con cabeza. Pasa página
Durante su madurez se entregó al sexo duro, a beber 14 botellas al día de champagne y whisky y a entablar una cercana amistad con Vladimir Putin. «¿Qué quieren que les diga? Putin, Castro, son gente de nivel, bestias políticas. Quedan pocos como ellos», afirma el actor franco-ruso sobre el mandatario de Rusia.
Por último, arremete contra los franceses: “La vida francesa se ha convertido en algo muy agrio”. Y contra sí mismo: “A los sesenta y cinco años, estás jodido. La piel y la grasa se amontonan. Te transformas en una vaca gorda jodida”. Solo parece mostrar un poco de compasión al hablar de los muertos: “Cuando murió mi hijo Guillaume, sufrí como un perro. Lo pasé muy mal. Luego… ahora pienso que Guillaume, como François Truffaut, como Marguerite Duras, como mi madre, como mi padre, como Barbara, no han muerto. Están vivos. Viven conmigo, en mi corazón, en mi alma”.
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