Con sus dos metros de estatura y casi 90 años, Hubert James Marcel Taffin de Givenchy aterrizó en Madrid el 7 de octubre para supervisar la primera exposición de moda que alberga el Museo Thyssen-Bornemisza. Lo hizo valiéndose de su sempiterno bastón, acompañado de su pareja, el también sastre Philippe Vennet, y no perdiendo detalle de los maniquíes italianos que pidió traer expresamente para la muestra y que solo puede vestir su jefa de taller.
El motivo de tanto mimo es que esta es la primera gran retrospectiva sobre el diseñador francés, para la que el propio Givenchy ha seleccionado personalmente un centenar de creaciones, que se exponen junto a lienzos del museo de Zurbarán, Rothko, Ernst, Sargent o Miró –el modisto, como también lo fuera Yves Saint Laurent, es conocido por su amplia colección de obras de arte y sus referencias a la pintura–.
Por su grado de implicación, la muestra que comisaría Eloy Martínez de la Pera ofrece una perspectiva única para entender el casi medio siglo en el que Givenchy estuvo en activo, desde la apertura de su primera tienda en París en 1952 con el apoyo de su amigo y mentor Cristóbal Balenciaga hasta su retirada profesional en 1996, tras haber vendido pocos años antes la firma al conglomerado de lujo LVMH.
Givenchy heredó del diseñador español la querencia por las líneas puras y los volúmenes. Fue su obsesión por dar con el canon femenino de la segunda mitad del siglo XX lo que le llevó a lanzar la primera línea de prêt-à-porter de lujo en 1954. La muestra repasa algunos de sus hitos del diseño, como la famosa blusa Bettina, los vestidos cortos y de noche, los trajes de seda, el trabajo de las pieles, sus característicos diseños en negro o sus bordados y muselinas.
Su sello pronto llamó la atención no solo de la realeza y la alta sociedad, sino también de algunas de las personalidades del momento que, además de ser clientas, acabaron convirtiéndose en musas y amigas, como Jacqueline Kennedy, Wallis Simpson, Bunny Mellon o Carolina de Mónaco. Pero si hay una mujer cuyo nombre es sinónimo de Givenchy esa es su confidente, musa y embajadora Audrey Hepburn. Gran parte de la idea que tenemos de la actriz como la guardiana del estilo y el glamour se la debemos al modisto. Los modelos que lució en Sabrina, Una cara con ángel y, por supuesto, Desayuno con diamantes, pueden verse en un apartado especial de la muestra que profundiza en la relación entre el modisto y la actriz, que también sirvió de imagen para la campaña de L’Interdit, el primer perfume de la maison, fotografiada por el maestro Richard Avedon.
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