“El caballo representa la idea ridícula de dos hombres casándose”. Atención, tenemos un Don Quijote homófobo. Y si el personaje de Cervantes creía ver gigantes donde había molinos, este cura no se queda atrás. Edwards Jones, el homófobo de ideas genuinas, se aburría en casa mientras se preguntaba cómo es posible que en Mississippi fueran a aprobar algo tan aberrante como la unión homosexual.
Y claro, a grandes males, grandes remedios. Harto de injusticias, cogió su caballo y en vez de colocarle la silla de montar, lo atavió con un vestido de novia. “¿Tomas a este caballo para ser tu cónyuge en un casamiento antinatural para mantenerlo?” o “El matrimonio es un hombre y una mujer… todo lo demás es una perversión”, son algunas de las perlas que se podían leer en los carteles que portaba. El próximo 9 de enero, un grupo de jueces decidirá si legaliza las bodas gays en Nueva Orleans, Texas y Luisiana. De ser así, más vale que nos pongamos a salvo, porque el jinete del apocalipsis promete venganza.
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