Al nacer la llamaron Hugo, pero entonces era muy pequeña para poder decirle a sus padres que estaban equivocados. Cierto que era un niño, pero no se trata de lo que se aprecia por fuera sino de lo que se siente por dentro. Con un año y medio no hicieron falta palabras para que Sara les hiciese ver a sus padres que se sentía una niña: “Desde muy pequeña dejó claro que no se sentía a gusto ni con ese nombre ni con el cuerpo masculino que le había tocado. Empezó a ponerse mis zapatos, mi ropa y a preferir jugar con muñecas. Incluso escondía sus genitales o pedía que se los quitáramos», ha explicado su madre, Cristina Palacios, durante unas jornadas de psicología infantil en Galicia.
Poco a poco, sus padres entendieron que no se trataba de una fase y que su hijo era realmente una niña. “Nos dimos cuenta de que debíamos hacer algo cuando, hace unos veranos, mientras pasábamos unos días de vacaciones en Portugal, Sara decidió dejar de ser una niña solo en casa, y salió a la calle como se sentía”, cuenta Cristina. «A partir de este momento comenzamos con su tránsito físico, legal y social». Sara comenzó a desarrollar su vida como una niña fuera de casa: vistiendo ropa femenina y comportándose de manera natural también en el colegio y durante su vida diaria.
Sara es la primera menor que emprende el cambio legal de sexo en Galicia. Le queda un largo camino por recorrer: para que el cambio de nombre y género quede modificado de manera legal en el Registro Civil es necesaria una sentencia judicial a su favor, un proceso que requerirá de informes de pediatras y psicólogos que lo justifiquen.
Cristina Palacios aprovechó las jornadas para recordar que en Galicia existen más casos de transexualidad infantil, y que como su hija hay más de cien menores que viven este proceso de externalización, aunque los casos de transexualidad infantil en España superan los setecientos. “En Galicia la transexualidad infantil es un tema tabú. El menor debe decidir cómo quiere ser, y los psicólogos deben ayudarle en su cambio. Por encima de todo está nuestra hija y su derecho a ser niña” declaraba Cristina.
Ahora, con ocho años, Sara ya puede ser Sara en el colegio y, según su familia, desde que vive como niña ya no recibe insultos y es aceptada. Y a pesar de que se ha encontrado con muchos obstáculos en su corta vida, aseguran que la pequeña es feliz. Asimismo, los padres agradecen enormemente la actitud de su profesora, que ha sabido apoyarla y respetarla.