El reportero Jesús Peña salió en busca de brujos y curanderos por la ciudad de Saltillo, capital del estado de Coahuila de Zaragoza en México. Después de varios días y visitas, encontró uno que asegura que “quita lo gay”.
Es cierto que muchos de ellos aseguraron no poder curar la homosexualidad, porque “desgraciadamente es de nacimiento y no tiene cura”, pero otros explicaban que dependía de si eran “gays por nacimiento, lo que no tiene remedio, o gays adquiridos por vicio, algo que podía sanarse con cambios de energías”.
Otra curandera declaraba estar a favor de la homosexualidad y ofrecía sus productos para hacer el sexo más pasional. No obstante, utilizaba términos hacia los homosexuales como “este género, enfermedad, forma de ser o como se llame”.
Po último, Jesús Peña conoce a Don Joaquín, que tiene un insólito método de curar la homosexualidad, a través de “oraciones, fetiches y velas”. Para el ritual se requiere una fotografía del individuo que se quiere curar, un pene de cera, unas cintas para hacer un amarre, alfileres y unos calzoncillos usados del ‘enfermo de homosexualidad’.
Con estos ingredientes crea lo que el curandero llama “el fetiche”, luego lo prende fuego, enciende unos cirios negros y comienza a rezar unas oraciones –que solo él sabe pronunciar– a la Santísima Muerte.