¿Por qué insisten algunos seres humanos en tachar la homosexualidad de antinatural? Según la definición del término, es todo lo contrario al orden de la naturaleza, es decir a lo que no se da de manera espontánea en ella. Pero, ¿y si resultase que entre los animales se dan dichas prácticas y orientaciones de manera mucho más habitual de lo que nosotros pensamos?
Feroz es la competencia entre los macacos japoneses por las hembras durante la época de apareamiento. No solo porque compiten con otros machos sino porque también lo hacen con las hembras, muchas de las cuales muestran una inclinación homosexual durante toda su vida. Conductas homosexuales de las que los expertos se habían percatado durante décadas, pero a las que habían dado un carácter de anomalías, y que resultan más usuales de lo que creían.
Un comportamiento ampliamente documentado, en opinión de Paul Vasey, investigador de la Universidad de Lethbridge, en Canadá. Esta afirmación no sorprende a los expertos, que consideran la homosexualidad en los animales un hecho muy normal.
Otro ejemplo lo encontramos en el parque Krueger, en Sudáfrica. Escenario de la pasión entre dos leones macho, que se mantienen unidos en pareja y copulan frecuentemente, pese a tener a su disposición una gran manada de hembras.
Otras no solo se unen por el sexo o la compañía, sino que forman familias. Es el caso de los cisnes negros macho, que roban la prole a la madre que engendro sus crías para criarla en pareja homosexual.
Otro patrón sexual entre machos es el que llevan a cabo las ballenas, que aúnan y frotan sus penes erectos en busca de placer. Una orgía en la que pueden llegar a participar hasta 5 ejemplares a la vez.
Algo parecido hacen las lagartijas hembras de cola de látigo, que se estimulan unas a otras para fomentar su ovulación.
Hay jirafas machos que, pese a estar rodeados de hembras, prefieren el roce íntimo con sus iguales.
No hay que olvidar la curiosa historia de Benji, apodado el toro gay por acercarse más a los machos que a las hembras. No cumplir como semental estuvo apunto de condenarle al matadero.
Muchos dirán que se trata de episodios ocasionales a lo largo de su vida, y así es en muchos casos, aunque no dejan de ser conductas homosexuales en toda regla. Pero no es cierto que siempre sean uniones efímeras. Muchas especies registran uniones homosexuales que se mantienen estables durante toda la vida. Es el caso de los periquitos macho o los cisnes negros australianos, que, como comentábamos, solo utilizan a la hembra para luego adueñarse de sus polluelos y criarlos junto a su pareja macho.
Y precisamente es el tema de la descendencia, o en este caso la falta de ella, el que arroja los más serios interrogantes sobre el sentido de este tipo de prácticas, puesto que si seguimos las leyes de Darwin, los ejemplares cuyos genes los hagan más proclives a relacionarse sexualmente y tener descendencia serán los que perdurarán en la especie. Atendiendo a esta norma, resultaría inevitable que la homosexualidad tuviera sus días contados, pero parece que no es así.
Federico Guillén-Salazar, profesor de Etología en la Universidad Cardenal Herrera de Valencia, asegura que no hay una única respuesta, y la motivación puede ser de índole muy diversa. “Lo más importante es distinguir entre un comportamiento homosexual, en un momento determinado, y una orientación homosexual, en la que el animal siempre exhibiría sus comportamientos sexuales hacia individuos del mismo género”. Para el primer caso, ofrece el ejemplo de la monta entre babuinos macho, que estaría relacionada con la intención de mantener una jerarquía social determinada. Una expresiva y peculiar traducción del “aquí mando yo”, mientras que en otras especies se da una verdadera orientación homosexual donde el ejemplar se resiste a copular con individuos del otro sexo.
El investigador estadounidense Bruce Bagemihl, quien realizó un exahustivo análisis de la homosexualidad animal en su libro Biological Exuberance, encontró numerosos casos en los que se dan relaciones homosexuales: el león marino, el delfín, el carnero silvestre, el venado, el canguro o el pájaro carpintero.
Pero si hay una especie que se haya estudiado a fondo en este aspecto es la de los bonobos, unos primates del Congo que practican sexo constantemente y en todas las variantes imaginables. Guillén-Salazar asegura que el objetivo principal es aliviar las tensiones sociales, para mantener la cohesión del grupo. El sexo contribuye así, de forma indirecta, a asegurar la supervivencia de la especie y a su meta última desde el punto de vista evolutivo: el éxito reproductor.
Pero más allá de los comportamientos sociales, algunos científicos han pasado al plano fisiológico para buscar explicaciones, es decir al placer. Charles E. Roselli, médico de la Universidad de Oregón (EE UU), analizó el cerebro de varios carneros y ovejas, y llegó a un descubrimiento sorprendente: tanto en los individuos machos como en las hembras con preferencias homosexuales, una zona determinada cercana al hipotálamo era mucho menor que en los machos heterosexuales, y presentaba niveles más bajos de aromatasa, sustancia relacionada con comportamientos sexuales típicamente masculinos. Ahora, su equipo investiga en qué momento del desarrollo han podido surgir semejantes diferencias.
Mientras tanto, científicos como el citado Bagemihl, el etólogo canadiense Paul Vasey o el británico Jonathan Balcombe defienden una motivación bastante más sencilla. Según ellos, si los bisontes americanos, tanto machos como hembras, practican la homosexualidad por encima de los casos de heterosexualidad en su especie, los manatíes macho se entregan a hacer sesenta y nueves o los elefantes macho copulan unos con otros, es sencillamente por placer. Y tan normal es en ellos como en nosotros elegir quién se lo da.
Después de tales argumentos, poco me queda que decir a los temerosos, aquellos que aún se aferran a juicios tan absurdos como el de que la homosexualidad es algo antinatural. Antinatural puede ser vestirse con ropas, conducir vehículos o enviar un whatsapp, pero tener sexo con sujetos de tu mismo género parece ser una realidad mucho más cercana a la de los animales.