Ilustraciones de Luke Pearson, Ilustration and comics
Hace unos días cayó en mis manos un texto de Platón, El banquete. En el discurso de Aristófanes se hace mención a un mito de la creación totalmente distinto al que conocemos en las escuelas, una historia que quizá resultase más adecuada para entender que el mundo es mucho más plural que dividir a las personas entre hombres y mujeres. Os cuento un poco.
Aristófanes expone que existió un tiempo en que la humanidad se dividía en tres géneros: los doblemente hombres, descendientes del sol; los doblemente mujeres, descendientes de la tierra; y los andróginos, hombre-mujer, descendientes de la luna. Criaturas que estaban unidas como un único ser: cuatro brazos, cuatro piernas, dos cabezas y, por supuesto dos órganos sexuales.
Tanto los seres de tierra como los del sol y la luna convivían pacíficamente y eran felices. Eran seres que se sentían completos y esto les hacía sentirse poderosos. Tal era su seguridad en sí mismos que se sintieron mejores que los dioses y les ofendieron.
Zeus y el resto de dioses del Olimpo, enojados por tal afrenta, decidieron enmendarlos. Como Zeus no podía destruir la raza humana, objeto del divertimento y las pasiones los dioses, decidió aplicarles una reprimenda.
Pensó que si los seres se sentían tan poderosos era porque no habían conocido el desamparo y la vulnerabilidad de sentirse solo. “Divididos aprenderán la lección y se les bajaran los humos”, pensó el Dios supremo, y lanzando sus rayos dividió a los seres en dos mitades para siempre.
Apolo, el Dios del sol, se apiadó de ellos y acudió rápidamente en su auxilio, cauterizando sus heridas y dándoles la forma de seres humanos: hombres o mujeres. Pero los dioses, temerosos de que estos intentaran volver a juntarse, decidieron que la medida no era suficiente, y dispersaron las mitades a lo largo del mundo para que no se encontrasen de nuevo.
Pronto, las partes separadas, convertidas en nuevos seres individuales, comenzaron a sentirse solas. Cada parte añoraba su mitad e intentaba desesperadamente encontrarla.
Un mito, el de Aristófanes, que explicaría las tres vertientes más actuales de nuestra sexualidad: hombres que buscan hombres, mujeres que buscan mujeres y hombres y mujeres que se buscan entre sí.
Quizá ha llegado la hora de asumir que el cuento Adán y Eva se ha quedado obsoleto, quizá sea el momento de ilustrar a las nuevas generaciones con mejores ejemplos, más abiertos y plurales, con algo que tenga que ver más con la realidad.
Cambio de tercio. Stephen Trask escribió la canción The origin of love, cuya letra está basada en esta historia del conocido diálogo platónico, para el show musical Hedwig and the Angry Inch –convertido posteriormente en película– y que ha sido interpretada entre otros por Neil Patrick Harris.
Si quieres ver el vídeo de la película ‘Hedwig and the Angry Inch’, pasa página