Esta peligrosa moda, una práctica cada vez más popular, arrasa en muchos países. La técnica comenzó en Estados Unidos y consiste en colorear el blanco de los ojos de azul, rojo, verde o negro, a través de unas inyecciones de tinta que se aplican entre la esclerótica y la conjuntiva, quedando el pigmento entre ambas capas y extendiéndose por todo el ojo.
Una moda muy arraigada en Singapur, donde ha saltado la voz de alarma desde las instancias oficiales. Entre otros expertos, el profesor Donald Tan, del Centro Nacional de Ojos, advierte de que las consecuencias de este tratamiento son irreversibles: «Nuestra postura es totalmente contraria a esta práctica, ya que la esclerótica puede ser un foco de infección, especialmente tras varias inyecciones. Y estas infecciones pueden provocar la ceguera», advierte Tan.
La moda de los tatuajes también arrasa en la comunidad LGTB; un ejemplo lo pudimos ver con el chulazo Logan McCree, que fue entrevistado para Shangay.
El pionero de esta técnica es el autodenominado ‘artista del cuerpo’ Luna Cobra, un norteamericano residente en Francia que comenzó a realizar este tratamiento en 2007 para imitar a los personajes de Dune, una película de culto dentro del género de ciencia-ficción, cuyos personajes poseían un color de ojos azul intenso que ocupaba gran parte de su glóbulo ocular.
Más datos sobre esta peligrosa moda, pasa página.
La formación médica de los padres de Luna Cobra le resultó de gran ayuda para llevar a cabo este procedimiento en Gran Bretaña, Australia y Estados Unidos. El tatuador poseía conocimientos sobre las capas del ojo y sabía perfectamente donde introducir la tinta, para que esta quedase de manera permanente. Una técnica que puede tener grandes riesgos si se hace mal, o si se produce una infección, cuya consecuencia más grave sería la pérdida del ojo o la ceguera.
“Se me hincharon los ojos durante un día y no paraba de llorar, pero después ya no he tenido problemas”, explica Chester Lee, un tatuador de Singapur que se puso en las manos de Luna Cobra hace un par de años para cambiar el blanco de sus ojos por el negro.
El procedimiento en sí no dura más de un minuto, se pincha con una pequeña aguja y se inyecta la tinta. Luego hay que esperar entre media hora y una hora para limpiar el ojo y observar si hay problemas. Después, durante varios días, los ojos se hinchan, están irritados y, en ocasiones, las personas sienten como si tuvieran arena, pero en dos o tres semanas los síntomas desaparecen. El precio del procedimiento ronda los mil dólares.
El tatuaje o tinte de ojos no es un invento reciente. El médico y filósofo Galeno de Pérgamo practicaba ya en el año 150 a.C. la coloración de córnea para intentar la curación del glaucoma, y en el siglo XIX el cirujano Louis von Weker aplicaba también tinta china para tratar el leucoma. Hasta el siglo XX, sin embargo, no se empezó a utilizar desde una vertiente estética.
Además de los riesgos para la salud mencionados y otras complicaciones como dolores de cabeza, sensibilidad a la luz, úlceras, alergias e infecciones, es inevitable considerar la exclusión social que pueden sufrir las personas que se someten a esta moda. Luna Cobra avisa de la importancia de tener un trabajo estable y seguro antes de realizarlo: “Nunca vas a poder quitártelo; por eso, a menos que tengas un trabajo en el que te acepten con ese aspecto, es mejor no hacerlo”.
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