La historia de Alexey podría ser la de cualquier homosexual en Rusia, un país que castiga con penas de cárcel y multas la ‘propaganda homosexual’ y donde se permiten las agresiones contra la comunidad LGTB. Una situación que pudimos ver hace unos días en un documental que se emitía en La2 de TVE, y que os contábamos en este artículo.
Alexey Kiselev tiene 30 años y vive en Barcelona desde hace casi 3 años, cuando pidió asilo político en España. Su historia la recoge la revista PlayGroundMagazine. Alexey era un activista LGTB perseguido por el régimen ruso. Un día, mientras se manifiesta a las afueras de un juzgado, es detenido por la policía. En un gesto de valentía, y sabiendo que se le está denunciando con falsas acusaciones, escapa durante un despiste del agente y consigue salir de la comisaria de Moscú para huir a España. Sabe que si no hubiera tomado esta decisión ahora estaría en la cárcel.
En 2007 decide hacerse activista LGTB: “Era el segundo año que celebrábamos el Orgullo Gay en Moscú. Por entonces no había problemas porque éramos pocos. Cuando el movimiento empezó a crecer, el poder reaccionó”. Las consecuencias y nuevas políticas del país en temática homosexual ya las conocemos todos.
En 2011, la dictadura de Putin tomó más fuerza y comenzó la represión a los ciudadanos LGTB: “Hoy tenemos una guerra abierta en Ucrania y se mata a los líderes de la oposición en lugares en los que hay más policía especial que turistas”, afirma Alexey, quien añade que se está refiriendo al asesinato del político liberal Boris Nemtsov, ocurrido el pasado 27 de febrero. “Sí, Putin lo mató. Lo que vemos en los medios es teatro, dicen que fue asesinado por sus críticas al Islam, pero no es verdad. Puede que los chechenos le dispararan, pero con ayuda de la policía especial rusa. No os dejéis engañar”.
Alexey cuenta su altercado con la policía: “Fui a apoyar a las Pussy Riot durante su juicio [Pussy Riot es un colectivo ruso de punk feminista de provocación política sobre temas como la situación de las mujeres en Rusia y, más recientemente, en contra de la campaña electoral del primer ministro Vladímir Putin contra la homosexualidad], para mí son arte político, algo muy grande. Estaba en el exterior del juzgado con otros manifestantes cuando un policía me detuvo y me llevó a la comisaría. Me dijeron que era sospechoso de haber causado disturbios en la manifestación del 6 de mayo, otra manifestación anterior en la que también fui detenido, y de haber pegado a unos agentes”. En ese momento, nuestro protagonista supo que esas serían sus últimas horas de libertad: “Esto siempre funciona así. Cuando necesitan culpables, te citan como testigo o te detienen como fase previa para obtener información, y eso les sirve para hacer una acusación más o menos creíble. Después te detienen de verdad y se las arreglan para encerrarte”.
Pero nuestro protagonista tuvo la suerte de poder zafarse cuando el agente estaba despistado: “Vi que la comisaría tenía una puerta trasera por donde los policías salían a fumar, así que salí yo también tranquilamente. En un momento dado empecé a correr”. Uno se pregunta dónde acudiría si se viese en esta situación, y esto es lo que decidió hacer Alexey: “Me dirigí al metro, allí es fácil perderse. Después tuve que deshacerme de mi móvil y lo tiré a la basura, así que me compré uno nuevo con un número distinto. Llamé a mis amigos, los que no eran activistas, por si acaso les estaban espiando”.
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Lo más complicado vino luego, durante el periodo de tiempo entre la fuga de Alexey de comisaría y su puesta a salvo en la ciudad española, para eso tuvo que permanecer escondido: “Casualmente, tenía pensado irme de vacaciones a España y faltaba una semana para que se activara el visado, que ya tenía pedido de antes, una verdadera suerte. Así que me escondí una semana en un pueblecito, espere el día, fui al aeropuerto y me compré el billete. Tenía miedo que me detuvieran en la frontera, pero pasé”. Así llegó a Barcelona y pudo pedir asilo político, tres meses después de aterrizar le dieron el visado.
Cuándo le preguntan a Alexey si tiene miedo, su mayor preocupación es ser repatriado: “Podría haber acabado en prisión, allí habría muerto o me habrían contagiado enfermedades. La gente es muy agresiva con los gays en Rusia, se fomenta el odio. Es una rabia producida por la propaganda. Hay mensajes de odio contra los gays en la televisión, en los discursos, por todos lados”.
Desde que llego el gobierno de Putin el colectivo LGTB tiene que hacer frente a declaraciones que los tachan de enfermos, degenerados, aberraciones, antirrusos, proeuropeos, destructores de las tradiciones rusas, de su cultura. “Hemos sido el enemigo público número uno, ahora por delante solo están los ucranianos, que oficialmente son unos fascistas. Las dictaduras necesitan enemigos, y en este tema los rusos son muy incultos, engañarlos es fácil y rápido”.
Alexey cuenta el infierno de ser gay en Rusia, una vida a escondidas: “Todas las muestras de cariño hay que hacerlas en casa. Si vas al cine, paseas por la calle, tienes que marcar distancia”. En Moscú y en San Petesburgo hay muchos lugares clandestinos gays, pero están escondidos. A veces la policía hace redadas con la excusa de que buscan drogas”. Esto ha llevado a que los locales de ambiente y asociaciones LGTB estén desapareciendo.
Cuando le preguntan si se puede ir a la cárcel por ser homosexual, confiesa que en teoría no, pero que pueden multarte y buscar las ‘vueltas’ necesarias para acusarte de algo más por lo que sí puedan encerrarte: “Desde 2010, si voy por la calle y digo que mi amor es normal, o le doy un beso a un hombre, me pueden multar. Para empresas y medios de comunicación las multas son enormes. Muchos medios pequeños no pueden sobrevivir a ellas”.
“Putin utiliza el miedo. Si no está él, algo malo sucederá en Rusia: una guerra, costumbres europeas, etc. En Rusia la gente cree que Europa es horrible, que está llena de inmigrantes y homosexuales, que la crisis económica es brutal. Y es en Rusia donde la crisis significa hambre de verdad”.
Confiesa que vive en Barcelona gracias a un negocio de móviles que ha dejado en Rusia, desde donde le mandan dinero. Y que desde que esta fuera su pánico a volver al país ha aumentado: “Intento no leer nada, lo intento, es insoportable. Los rusos, incluso los opositores a Putin, no creen que la cosa esté tan mal. Eso es porque no lo ven desde fuera. Es como estar en la guerra: allí dentro no tienes miedo, matan a tus amigos, tú también matas, es lo normal. Cuando estás fuera viene el terror”.
“Deje a mi pareja allí para venir a España. He intentado que venga, pero no es posible debido a leyes españolas. Él tiene nacionalidad de Tayikistán, vive en Rusia como ilegal. Tendría que ir a su país, estar allí un mes y después tramitar su visado. Pero no puede ir porque su familia quiere casarlo con una chica. Tampoco queremos intentarlo más. Creo que hemos aceptado la derrota, es demasiado tiempo y distancia”, comenta entristecido, pero al menos ha podido dejarle su negocio allí y sabe que tiene un respaldo económico.
Al preguntarle si tiene esperanza en que las cosas mejoren en su país, Alexey solo sabe responder: “Para ser sincero, no. Putin no necesita dinero ni alianzas, va a escribir su nombre en el libro de la Historia aunque sea con sangre”. Lo que venga después no lo sabe, pero sabe que tardará en llegar.