La conmovedora tragedia de un gay musulmán

Matthew y Nazim parecían felices. Se habían mudado a un ático de Londres con vistas panorámicas. El segundo de ellos era médico y se había criado en un entorno musulmán, de donde decidió huir para empezar una nueva vida que no pudo completar. Tenía 34 años, y desde el mismo sitio donde su novio le […]

23 marzo, 2015
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La conmovedora tragedia de un gay musulmán

Matthew y Nazim parecían felices. Se habían mudado a un ático de Londres con vistas panorámicas. El segundo de ellos era médico y se había criado en un entorno musulmán, de donde decidió huir para empezar una nueva vida que no pudo completar. Tenía 34 años, y desde el mismo sitio donde su novio le había asegurado que lo habían conseguido, decidía arrojarse al vacío 4 meses después.

Se habían conocido 13 años antes en Birmingham gracias a un simple “¿puedo sentarme aquí?”. Y entonces “hubo una conexión instantánea”, tal y como cuenta Matthew a The Guardian. Que Nazim fuese musulmán no iba a resultar un problema, aunque él quiso dejarlo claro desde el principio.

Ya han pasado 7 meses desde que se suicidó y las cartas de condolencia siguen llegando a ese maldito apartamento. Antes, como llevaban su relación en secreto, habían estado viviendo en otro piso con las ventanas tintadas para que nadie pudiera verles. “Cuando andábamos juntos manteníamos las distancias”, y aun así les bastaba con tenerse el uno al otro.

En 2014 se trasladarían a la capital británica. Estarían lejos de sus familias y ya no tendrían que esconderse más. “Allí nos sentíamos libres”, comenta Mathew. Amigos, nueva vida social, pero problemas de trasfondo. Nazim presentaba a su novio como simple inversor y cada vez que su familia le visitaba, se iba a un hotel. Y claro, todas las fotos juntos, así como decoración gay de pósters estilo Kylie o Cher, al armario.

Para celebrar su décimo aniversario, fueron a una fiesta londinense. Allí, Matthew pidió al DJ que bajará la música, hincó rodilla y propuso matrimonio a Nazim. “Su cara se iluminó”, explica nuestro protagonista. Era el paso previo a confesarle a sus padres que era gay, cosa que aceptaron sin dudar. Eso sí, Nazim tenía claro que él no podría llevar a cabo esa misma estrategia.

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En julio de 2014 condujeron hasta Birmingham para que Nazim celebrase con su familia una fiesta musulmana. Un amigo cercano había fallecido en Londres, por lo que se tuvieron que volver antes de comenzar, y al volver a Birmingham, la familia no comprendió su ausencia. “¿Todo esto es debido a que te gustan los hombres?», le preguntaron indignados.

Y entonces, a Nazim le salió del alma contar todo lo que llevaba años guardándose. Les contó a sus padres que era gay, que llevaba 13 años con un chico y que estaban prometidos. La respuesta de su familia fue que no se preocupara, que acudirían a un especialista para que le curase. Era el principio del fin. Nunca planeó contarlo y nunca superó la reacción de su madre.

La pareja acudió al entierro de su amigo, pero la tristeza se había apoderado de Nazim. Pese a todo, Matthew había encontrado un nuevo trabajo y Nazim le había ayudado con el papeleo. Fue lo último que hicieron juntos. A la mañana siguiente, y en su primer día de trabajo, recibió dos llamadas de su hermana, pero no le contó el motivo. Se dio cuenta de que algo no iba bien, y por eso, a la hora de comer, Matthew corrió hasta su casa angustiado. La siguiente imagen que recuerda es la de un cuerpo tapado con una sábana roja en una zona acordonada por la policía. Se había consumado la tragedia.

Horas más tarde, en el funeral, el encuentro con la familia del fallecido fue tenso e incómodo. Para ellos tener un hijo gay era una deshonra, y más aún con un novio que no profesaba su religión. Matthew se mantendría en un discreto segundo plano en una ceremonia que se suponía empezaba a las tres y media de la tarde. Pero nadie apareció, ya le habían enterrado y le habían engañado para que no estuviese presente. “Estaba muy enfadado”, explica.

Volvió a Londres tan alterado que quiso acabar con todo, literalmente. Sus amigos se volcaron para no dejarle solo pero “no encontraba la razón para seguir vivo”. Pero todo cambió cuando, llevado por la emoción de los acontecimientos, narra cómo escuchó la voz de Nazim pidiéndole que no se rindiese y crease una fundación para ayudar a jóvenes gays que sufriesen discriminación homófoba. Fue su vía para continuar. Así, la fundación Naz and Matt funciona desde dos semanas después del funeral, e incluso recibe apoyos de personajes relevantes del mundo musulmán. Matthew acude al psicólogo y toma medicación para dormir. Solo les quedó algo por hacer, pero Nazim nunca quiso casarse sin la presencia de su madre. Ahora, con el daño irreparable de su pérdida, tiene la oportunidad de ayudar a los demás. 

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