Fotos: miguelangelfernandez.net
Un buen día, un amigo de Pablo Simonetti (La soberbia juventud) le contactó para informarle de que estaban echando abajo la casa de su infancia en Santiago de Chile. Esa misma noche, el autor cenó con otro amigo que venía de ver El jardín de los cerezos de Chéjov y, unos días más tarde, tuvo una bronca “muy enojosa” con un hermano por un asunto familiar que incluía la venta de la casa de su madre a manos de una inmobiliaria hostil.
Toda obra de Simonetti, abiertamente gay y siempre interesado en explorar el concepto de la identidad, tiene mucho de autobiográfico. Esos tres acontecimientos supusieron el germen de Jardín, novela corta de apenas cien páginas ilustrada por su pareja –el artista José Pedro Godoy– en la que el escritor chileno hace un ejercicio de memoria para sacar a la superficie los recuerdos más íntimos relacionados con su madre, manifestados aquí a través del personaje de una viuda demasiado agotada para seguir el ritmo de vida de sus hijos. A estos les cuesta entender que, más allá de los intereses del mercado, ella se resista a terminar sus días en otro sitio que no sea la casa familiar, y solo Juan, el hijo homosexual, parece empatizar con su sufrimiento, aunque no haga mucho por detener el desmantelamiento de ese jardín al que alude el título y cuyas plantas acabarán siendo objeto de disputa entre los descendientes.
“Yo diría que es autoficción”, explica Simonetti. “Me hice muchas preguntas en su momento cuando afrontamos esa situación familiar tan difícil, pero hay muchas cosas que no ocurrieron como están contadas. Nosotros somos cinco hermanos y no tres, la disposición frente a la venta de la casa está perfilada de manera mucho más clara en el libro y yo no tengo hermanos con esas características”.
Pero como el protagonista, el autor también terminó heredando plantas de su madre –que era especialista en botánica– como las que Godoy dibuja entre las páginas de la novela, y que no son otra cosa que un símbolo casi místico de la prolongación de la vida del ser querido al que le ha sobrevenido la muerte. “Todo el proceso que ella tuvo con su jardín y el desarraigo sí son imágenes reales y muy dolorosas. La novela trata sobre la herencia, sobre lo que tiene valor y lo que no. ¿Son importantes los objetos, el dinero o las personalidades, el sentido del poder y la autonomía o estos seres vivos?”, se pregunta Simonetti.
Por eso Jardín se configura como un drama sobre la valía que enfrenta de manera particular a su protagonista contra los intereses de un hermano que, en el fondo, no termina de ver con buenos ojos que su familia de clase acomodada cuente con un miembro homosexual. “Lo aceptan, pero no es una plena inclusión”.
SHANGAY ⇒ En Jardín, como en tu anterior La soberbia juventud, retratas los rígidos modales de una clase privilegiada. Los miembros de esta familia se tratan de usted y mantienen las distancias. ¿Te criaste en un ambiente similar?
PABLO SIMONETTI ⇒ No, y la familia que está aquí representada creo que se corresponde más con una de clase media, o así se entiende en Chile, donde el trato formal está más o menos extendido en las familias. Si entre los hermanos nos tratáramos de usted ya sería distinto, pero hablar así a los padres pasa en todas las clases sociales. Sí que la protagonista es una mujer en el final de su vida, viuda de un marido enriquecido y muy preocupada por la forma de vestir, pero sin ambición de clase. Es una familia tradicional en el sentido de que conserva y respeta la idea de familia católica como institución, el poder del hombre y la homofobia palpitante.
«LA REPRESENTACIÓN DEL PODER ES LA ÚLTIMA FRONTERA DEL COLECTIVO LGTB Y LAS MUJERES PARA ACABAR CON EL MACHISMO»
SHANGAY ⇒ Esa homofobia se hace patente en la relación del protagonista con su hermano y el negocio familiar…
PABLO SIMONETTI ⇒ Sí, no está representada de manera directa ni hay un acto de discriminación evidente, pero la madre, a la hora de tomar las decisiones importantes, se inclina a tomar más en cuenta la opinión del hijo hombre mayor y heterosexual. Ahí hay una homofobia y machismo evidentes y una postergación de la mujer frente a sus propios derechos. Es todo un juego de miedos y espejos, parece que el hermano gay está muy bien para la intimidad, para contarse los problemas y sentirse acompañado, pero no para poder ayudarte en una decisión importante. La representación del poder es la última frontera del colectivo LGTB y las mujeres para acabar con el machismo. Mientras nosotros no nos rebelemos, ellos no van a renunciar a su poder.
SHANGAY ⇒ En tu caso, ¿salir del armario fue tan provocador?
PABLO SIMONETTI ⇒ Para mí fue difícil. Me reconocí como gay en 1987 y salí del armario con mi familia dos años más tarde. Mi padre no llegó a saberlo porque ya estaba muy enfermo y murió pronto, y con mis hermanos tuve relaciones buenas y malas que han ido evolucionando con el tiempo. En esa época, la homosexualidad en Chile era un tema tabú y mi madre estaba convencida de que iba a sufrir mucho, que iba a ser infeliz. Y los amigos que no se lo tomaron bien me advertían de que me quedaría marginado, que iba a vivir en algún tugurio y en un mundo alejado. Esa visión se extendía incluso entre las personas sin un rechazo visceral, pero la cosa ha ido cambiando con mis novelas y el activismo gay que hemos llevado a cabo y que ha renovado el aire del país.
¿Cómo ha recibido Chile la aprobación de ley de unión civil para parejas homosexuales? Pasa página
SHANGAY ⇒ ¿Te habría gustado escribir que Juan, el protagonista de la novela, está casado con su pareja Rodrigo?
PABLO SIMONETTI ⇒ Me habría encantado, pero vamos dando pasos por fin en Chile. Ya aprobamos la unión civil el pasado mes de enero y las primeras parejas gays podrán unirse a partir de septiembre. Yo la considero la mejor ley de unión civil que hay en el mundo porque está pensada como una institución familiar. Uno pasa a ser conviviente civil de la pareja, considera una comunidad de bienes, retribución económica… Lo único que no considera es la adopción, esa sigue siendo nuestra frontera y es la gran discusión que tendremos a la hora de sacar adelante el matrimonio igualitario de aquí a un par de años. Lo que sí ha ayudado mucho es que el debate se hiciera público en los noticiarios y periódicos, porque por fin es un tema del que se habla abiertamente en las casas y con el que combatir prejuicios. También queda pendiente una ley de identidad de género, otra de las prioridades del gobierno. Yo veo al gobierno de Bachelet bastante comprometido y con una agenda clara: unión civil en 2014, ley de identidad de género en 2015 y matrimonio igualitario en 2017. Hay una más, que no es materia de ley, pero con la que se comprometen a desarrollar campañas institucionales que combatan la discriminación y promuevan la diversidad. Hay un tema cultural que hay que trabajar para erradicar la discriminación, no solo homófoba, y eso hay que hacerlo a través del Ministerio de Educación y los medios desde un marco muy amplio.
«LA DE CHILE ES LA MEJOR LEY DE UNIÓN CIVIL QUE HAY EN EL MUNDO»
SHANGAY ⇒ ¿Cómo lo ha recibido la sociedad chilena?
PABLO SIMONETTI ⇒ Con mucha alegría y con tranquilidad. Para todas las familias y grupos de pertenencia que tienen a alguna persona LGTB entre ellos ha sido un progreso. Más del 70% de los chilenos está a favor de la unión civil, y eso se reflejó en el senado y la cámara de diputados. Además, hay mucha gente heterosexual que también lo considera entre sus posibilidades de unión como alternativa al matrimonio porque uno adquiere por fin una dignidad frente a la vida de otra persona sin entrar en el compromiso moral y primario del matrimonio y sin el divorcio.
SHANGAY ⇒ ¿Cómo surge la colaboración artística con tu pareja, el pintor José Pedro Godoy?
PABLO SIMONETTI ⇒ Tenemos una sincronía estética y no es la primera vez que ilustra mis portadas. Me gusta su representación realista pero minuciosa y algo barroca de la realidad. Cuando escribí Jardín se me ocurrió que él podía ilustrarlo con varias láminas de flores y ha conseguido algo especial, una disposición de tristeza y nostalgia. Las flores son una parte recurrente de su creación, así que no le estaba pidiendo nada extraño.
SHANGAY ⇒ Él es 24 años más joven que tú. ¿Alguna vez os habéis sentido discriminados o cuestionados por esa diferencia de edad?
PABLO SIMONETTI ⇒ No la he sentido. Si tuviera la sensación de caminar sobre suelo quebradizo, si me sintiera vulnerable por ser 24 años mayor, quizás estaría viendo en los ojos de los demás alguna fragilidad, cosas como que soy un viejo persiguiendo a un joven, pero no me sucede. Y eso a pesar de que la diferencia de edad se manifiesta también en nuestra relación. Nos llevamos muy bien porque nos amoldamos a nuestros ritmos, a la dedicación a nuestros trabajos. A él no le gusta salir de fiesta y yo ya no podría hacerlo si fuera así, somos hogareños. No creo que la gente ponga en duda la calidad de nuestra relación. El mayor miedo que yo tenía era con sus padres porque son de mi edad, pero son totalmente abiertos y acuden a nuestras manifestaciones. Yo creo que los jóvenes de hoy han nacido con una libertad tan grande… José Pedro le contó a sus padres que era gay con 16 años y ellos lo aceptaron desde entonces. Toda la vida él les ha dicho lo que le gusta y lo que no. Quizá en algún momento les dijo que le gustaban mayorcitos… [risas]. Y eso habla tanto de la generosidad de ellos como de la determinación de José Pedro de tener una vida independiente. Tenemos desencuentros en temas pop, cuando él me habla de la canción de Britney Spears en la que iba vestida de no sé qué, yo no sé de lo que me está hablando.
EL LIBRO JARDÍN ESTÁ EDITADO POR ALFAGUARA