Otro mundo, otro concepto. Nueve horas de avión no son suficientes para aterrizar en Miami y resultar ajeno a dos requisitios obligatorios: portar sonrisa y destilar la misma amabilidad que recibes. Tal vez la temperatura (no menos de 25 grados) y la humedad (que bien contrarrestan con el aire acondicionado en el interior de los establecimientos) aplaquen ese estrés tan poco paradisiaco. Eso con ellos no va. Welcome to heaven.
El reloj ya no es necesario. La 6 horas de diferencia existentes con España sirven como barómetro perfecto para medir los kilómetros que aún faltan por recorrer en materia LGTB en nuestro país. Más allá de que en Miami el apellido de cada evento contenga la palabra ‘party’, su Orgullo les llena de satisfacción, y en la diversidad está el secreto. Por ello, el Miami Beach Gay Pride da el pistoletazo de salida mundial al orgullo gay planetario, y en él, toda raza, etnia, religión y condición sexual se ve representada. Tan cierto como su blanca arena y celeste océano. Ah, y palmeras, muchas palmeras.
Pero es imposible entender su carácter inclusivo sin remontarnos en la historia. Lo que antes se hacía llamar Bahía Vizcaína solo tiene poco más de un siglo de antigüedad. No se puede hablar de Miami hasta 1896, fecha de su fundación, pero si hemos de detenernos en algún momento concreto, ese es 1913. John S. Collins, un granjero de Nueva Jersey con visión de ingeniero de caminos, completaba la construcción de un puente con su nombre que uniría para siempre el corazón con las extremidades de la ciudad. Su cultura es cuestión de lazos. Cuando menos, metafóricos.
No obstante, en Miami siempre decidieron remar un tanto a contracorriente con respecto al resto de los Estados Unidos. Durante los ya míticos felices 20, un huracán devastaba en 1926 las ilusiones de una irreal burbuja inmobiliaria que iba a sumergir a Florida en la depresión del desaliento y la necesidad de la reinvención. Y claro, para eso son únicos, bastaron dos palabras para despertar al ave fénix: Art Decó.
Levantar el ánimo de la región a través de la arquitectura era la fantasía, que llevada al extremo ahora encarna uno de los mayores reclamos de Miami. La geometría elemental, el ornamento abusado, los tonos pastel y tropical, el bajorrelieve y, por supuesto, los letreros bañados en neón, dejan de ser rasgos desconocidos. Estás en Ocean Drive (la calle más famosa de Miami Beach, con visos de paseo marítimo) y de allí habrá que armarse de valentía para no dejarse embaucar.
Porque en el icónico lugar se iba a desarrollar el grueso de los acontecimientos, mención especial para la Pride Parade. Su desfile de vehículos exóticos y variopintos manifestantes confirma una máxima que solo crees cuando lo ves. “Aquí el que no participa es considerado homófobo”, destacan en cada rincón. Y tenían razón. Por el más representativo, aquel que corta con 12th Street y que es fácilmente reconocible por su rainbow zebra crossing, la cultura gayfriendly es extendida hasta lo más profundo de las instituciones. Policía, bomberos, universidades, asociaciones LGTB y menú degustación de freaks son de la partida. Recuerden que esto es EE UU.
En cifras: más de 130.000 personas entregadas a 2.000 participantes (la regla número uno del orgullo hacía referencia a ser simpático con los voluntarios), más de 100 empresas gayfriendly dispuestas amenizar con música, regalos y un sinfín de consignas reivindicativas pro igualdad derechos y un solo eclipse estelar capaz de llenar con abdominales el cargo de Grand Marshall: el actor Mario Lopez. Eso sí, Salvado por la campana y con un perfecto “España, mucho gusto” mantuvo sonrisa y camiseta en estado de permanencia.
Antes, después y durante, el escenario principal situado en la playa servía de vía de escape para desahogar lo que ya era una marea humana. El viernes aparecía en escena Steve Grand, el primer cantante masculino de country abiertamente gay, que gracias a su All American Boy reúne todas las características para no perderle la pista. Al día siguiente, los supervivientes de la carrera de 5 kilómetros pudieron disfrutar del bautizo de Lopez como anfitrión. Entre proposiciones y aullidos, su mensaje inclusivo: “Apoyaré siempre estos eventos y el mensaje que deja el Orgullo LGTB”, expresaba entre el júbilo.
Ya el domingo era el turno para la traca final, una dinámica Natalie La Rose, la capacidad a los platos de la DJ Tracy Young y, por supuesto, el estilo de Deborah Cox. Nobody’s Supossed To Be Here (sencillo que en 1998 le llevó al estrellato), pensaría, en un juego palabras demasiado alejado de la realidad.
Como poco cercano en el tiempo parece 2017, ¿verdad? Pues bien, reserven esa fecha porque Miami acogerá por entonces los World Out Games, el mayor evento deportivo de la comunidad LGTB, que contará con 15.000 paticipantes y donde la única premisa es “querer formar parte de ellos”. Su embajador, Derrick Gordon, primer jugador de baloncesto universitario en salir del armario abiertamente. “No quería vivir escondido”, contaba, en un alarde de madurez que le conducirá a las cotas más altas.
Cuesta creer que haya alguien que no quiera dejarse caer en algún momento por una celebración como esta. El idioma nunca será un problema y, ante la duda, la palabra clave siempre será party. El ingrediente estrella de un cóctel LGTB tan diverso como apasionante. Otro mundo, otro concepto.
Para descubrir los sitios más cool de Miami, pasa página
Perez Art Musem Miami
Fundado en 1996, el PAMM se encuentra desde hace unos meses en el Parque del Bicentenario, enfrente de la Bahía Biscayne y rodeado de palmeras. Sus exposiciones captan la atención del espectador y no dejan indiferente a nadie. Eso sí, mucho cuidado porque desborda diseño a partir del caos. Recibió más de 200.000 visitantes en el primer año de su nuevo emplazamiento.
Gastronomía Multiultcural
La amalgama de razas, etnias y religiones tenía que incidir directamente en el paladar de la cuidad. Así, lo más granado de Francia puede degustarse en el Bistrot Bagatelle, la Italia más original es cosa de la Siena Tavern y el Cono Sur solo es apetecible si te dejas caer por The Disctrict Miami. Todo sin salir de la ciudad. Hambre no se pasa.
Twist
A unos metros de todo el tumulto, en Washington Avenue con 11th Street, encontramos el local gay por antonomasia de la ciudad: Twist. No importa cuál sea tu gusto musical, su multitud de salas con ritmos diferentes se adaptan a la velocidad de tus caderas. Eso sí, para entrar en la zona latina más vale no tener claustrofobia. La ley de la oferta y la demanda, le llaman.
Design District
El glamour y la moda hecho barrio. Arte, diseño y las marcas más lujosas del planeta concentradas en una localización de ensueño a menos de 10 minutos de la playa y el aeropuerto. Cada local es único y los arquitectos más famosos del planeta ya han decidido dejar su impronta por allí. Aún en desarrollo, muy pronto, cada rincón será una referencia.