“Tengo sesenta y seis años, nunca pensé que vería el día en que nuestra gran nación y nuestro gran estado de Nebraska fueran cómplices del comportamiento lascivo de algunas personas”. No se puede decir que Sylvia Ann Driskell no tenga las cosas claras. Otra cosa es que la razón y la coherencia le hayan abandonado hace tiempo.
Y es que nuestra protagonista ha decidido capitanear una cruzada contra los gays por “romper las leyes religiosas y morales”. Seguro que en Indiana, de la mano del gobernador republicano y homófobo Mike Pence, estaría más tranquila. ¿Y qué se le ha ocurrido para que no le contamine el colectivo LGTB? Pues nada menos que presentar una demanda federal en contra de todos los gays, lesbianas, bisexuales y transexuales del planeta ante el tribunal de Omaha, en la que solicita al juez de distrito John M. Gerrard que juzgue la homosexualidad como un pecado.
Y lo hace a su manera, con un escrito de 7 folios lleno de faltas de ortografía y vacío de argumentos y jurisprudencia. Su principal baza es que “la homosexualidad es un pecado y los homosexuales lo saben, ¿que hacían entonces escondidos en el armario?”. Se apoya en la Biblia para tan categórica afirmación, y asegura hablar en nombre de Jesucristo. Todo un portento la señora.