Adictos al sol: yonquis de las endorfinas

En España la tendencia a tomar el sol y darse rayos UVA sigue en aumento. A primera vista parece que no tiene nada de malo tener un buen bronceado, no solo mantiene la piel más sana sino que refuerza el sistema inmunológico de esta, nos hace más felices, con una mayor producción de serotonina, y […]

25 mayo, 2015
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Adictos al sol: yonquis de las endorfinas

En España la tendencia a tomar el sol y darse rayos UVA sigue en aumento. A primera vista parece que no tiene nada de malo tener un buen bronceado, no solo mantiene la piel más sana sino que refuerza el sistema inmunológico de esta, nos hace más felices, con una mayor producción de serotonina, y ayuda a nuestros huesos con la vitamina D. Pero, ¿qué pasa cuando esto se convierte en una obsesión?

Ya hay gente incapaz de vivir sin rayos UVA, son los llamados tanoréxicos, cuya obsesión por estar morenos todo el año sobrepasa el límite de lo saludable física y mentalmente.

Adictos al sol: yonquis de las endorfinas

Esta adicción, que ya muchos expertos comparan con el tabaquismo o el alcoholismo, está basada en necesidades fisiológicas que se crean en nuestro cuerpo. “Cuando tomas el sol, el cerebro segrega unas sustancias llamadas endorfinas, que son muy parecidas a la morfina, y que producen, en algunas personas, un placer que engancha y crea dependencia”, explica Nerea Landa, dermatóloga miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología. “Ese es el motivo por el que los tanoréxicos sienten esa necesidad casi vital de tomar el sol y son comunes entre ellos frases como   ‘para mí el sol es vida”, nos recuerda, sin olvidar que también se trata de una enfermedad mental y está considerada un trastorno dismórfico corporal, como la anorexia o la vigorexia. A este último dedicamos este artículo: Adictos al músculo.

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Del mismo modo que los anoréxicos nunca se ven lo suficientemente delgados ni los vigoréxicos lo suficientemente musculosos, los tanoréxicos se perciben pálidos aunque no lo estén, y nunca se conforman con el bronceado obtenido. Juan José Tamayo, especialista de Activa Psicología, explica que “se trata de un trastorno psicológico, no de una enfermedad médica, aunque suele estar acompañada de lesiones cutáneas y otras dolencias dermatológicas, sus peores males son los mentales. Además, con frecuencia la tanorexia se asocia con el trastorno depresivo mayor, la fobia social, el trastorno obsesivo-compulsivo o, en casos más severos, el trastorno delirante de tipo somático. En este último, el afectado muestra la convicción absoluta e incorregible de que tiene una tonalidad de piel muchísimo más clara de lo que es en realidad”.

Para algunos tanoréxicos, dejar de recibir su dosis de radiación puede producir síntomas similares a los de la abstinencia de las drogas, según datos de un estudio publicado en 2006 por investigadores del Centro Médico Bautista de la Universidad Wake Forest (EE UU). La razón está clara: los rayos UVA de los solárium desencadenan la producción de endorfinas, unas sustancias químicas cerebrales que producen sensación de euforia y alivian el dolor. Se podría decir que estamos ante los yonquis del sol. “Anteriormente habíamos probado que la luz ultravioleta afecta al estado de ánimo. Ahora hemos demostrado que algunos de los que se broncean demasiado experimentan síndrome de abstinencia cuando las sustancias químicas de bienestar quedan bloqueadas”, aseguró el líder del estudio, Mandeep Kaur, en un artículo publicado en el Journal of the American Academy of Dermatology.

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Aunque la tanorexia afecta a los dos sexos, y pese a que no se ha descrito un perfil psicológico característico, se detecta un predominio en mujeres jóvenes y hombres homosexuales, algo que responde más a factores socioculturales que fisiológicos.

Seguramente, la razón principal sea el canon estético imperante en la cultura occidental, donde lucir una piel morena y de aspecto saludable son importantes. Algunos hablan incluso de valores añadidos, identificando el bronceado con clases sociales altas y éxito empresarial. Nada más lejos de lo que sucedía siglos atrás, cuando a la blancura de piel se le daba un significado similar.

Quizá, por esto, podamos encontrar personalidades que denotan un buen consumo de rayos UVA. Ejemplos en el mundo de la moda no faltan: Valentino, Donatella Versace o Giorgio Armani son algunos de los casos que dan pavor.

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Pero no hace falta que nos vayamos tan lejos, en España tenemos a muchos políticos que encajarían en el perfil: Eduardo Zaplana o Ana Mato. Famosos como Julio Iglesias o el jugador portugués Cristiano Ronaldo.

Adictos al sol: yonquis de las endorfinas

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Pero lejos de ser una moda occidental, parece que en Oriente, cuya tradición siempre ha venerado la piel blanca, ahora el bronceado también es una moda. Las chicas de la tribu urbana japonesa Ganguro (literalmente caras negras) pasean por el barrio de Shibuya, de Tokio, luciendo vestimenta transgresora, melenas decoloradas y una piel sumamente bronceada. Obtienen su exultante tono corporal tomando el sol o frecuentando cabinas de rayos UVA.

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Una moda que pega fuerte en Japón y que, en la misma medida, pierde adeptos en Europa, donde comienza a verse de mal gusto, e incluso ridículas, a las personas cuya piel está excesivamente bronceada.

Investigadores de la Universidad de California analizaron datos de las encuestas de salud de 2001 a 2009, detectando altas tasas de cáncer de piel entre los hombres homosexuales y bisexuales. El estudio ha revelado que estos eran más propensos al bronceado artificial que los heterosexuales, incluidas las mujeres, lo cual creen que puede ser una de las causas principales que explicaría la predisposición del colectivo a contraer melanomas.

De este modo se explicaba que el 6,6% de los hombres gays en el estudio habría sufrido cáncer de piel, mientras que solo el 3,3% de los hombres heterosexuales lo padecía. Además, en torno al 5% de los hombres gays y bisexuales que participaron en el estudio dijeron que se habían bronceado artificialmente en el último año, en comparación con el 1,7% de los heterosexuales que también lo hizo.

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La tanorexia es un trastorno difícil de detectar. No porque no tenga indicios, obviamente todos vemos los resultados en la piel de quien abusa de estos rayos, sino porque el enfermo no reconoce tener un problema. Generalmente, acuden al médico cuando ya sufren alteraciones en la piel causadas por la exposición al sol: manchas, arrugas o cambios en el tamaño o forma de los lunares. Y son estos, preocupados por los hábitos del paciente, quienes lo redirigen a los psicólogos.

Hay casos extremos como el de Patricia Krentcil, una mujer que fue arrestada esta semana y ahora es juzgada por someter a sesiones de rayos UVA a su hija de 5 años. 

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Pero además de ser un problema mental, puede tener consecuencias irreversibles. En los últimos veinte años, la cantidad de melanomas en España se ha multiplicado por diez y, según un estudio de la Academia Española de Dermatología y Venereología, seis de cada diez españoles no saben cuál es su fototipo y un alto porcentaje toma el sol sin protección solar.

En España, la Sociedad Española de Dermatología ha decidido desaconsejar el uso de lámparas, además de controlar la exposición al sol. También nos invita a acudir al menos una vez al año al dermatólogo, para que explore la piel y descarte la presencia de lesiones. Un cáncer cutáneo detectado en fases iniciales tiene una probabilidad de curación del 90%.

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