Ilustrción: Iván Soldo
¿Recuerdas cuando el ‘Miami bass’ era el estilo más cool? Da igual. ¿Te acuerdas de cuando el ‘funk carioca’ se convirtió en el equivalente de la world music para gente cool –los ahora denominados, y defenestrados, hipsters? No importa. ¿Pero a que sabes perfectamente cómo es Diplo? Lógico.
¿Sabías que es responsable de algunos de los himnos globales con más trascendencia en la música pop de los últimos cinco años? Seguro, aunque quizá ni los identifiques. Bueno, el más reciente, Lean On, que firma como parte de su megaexitoso proyecto Major Lazer, lo tendrás presente. Tiene todas las papeletas para ser una de las canciones del verano. Y una muy cool, la verdad. Diplo es lo que tiene, que para nada es un espécimen en extinción, sino todo lo contrario. Seguro que si pudiera, se multiplicaría como los gremlins para satisfacer todas las peticiones de estrellas deseosas de beneficiarse de su toque mágico. Y de beneficiárselo, de paso.
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Diez años después del disco que le puso en el mapa, Florida, Diplo es más que un productor. Y más que un DJ que enfervoriza a las masas. Thomas Wesley Pentz dejó su nombre de cuna atrás hace una década y se bautizó con el nombre de su dinosaurio favorito. Con su astucia para atisbar antes que nadie en qué rincones del mundo se hace música con potencial para ser disfrutada incluso en macrodiscotecas poligoneras, y pasarla convenientemente por su trituradora sonora, triunfa como pocos.
¿Hemos dicho ya que es muy atractivo? Merece la pena repetirlo, porque es un plus evidente de este encantador de serpientes capaz de mantener su reputación intacta incluso a pesar de su peligrosa adicción a la EDM más chabacana y a amistades peligrosísimas como la de Skrillex, con el que incluso se ha atrevido a grabar un disco, que han firmado como Jack Ü. Suerte que es un workaholic y ya podemos olvidarnos de que ese trabajo existe, para centrarnos en Peace is The Mission, su nuevo álbum con Major Lazer y un puñado de suculentas estrellas invitadas.
No están en él, eso sí, ni Beyoncé –lástima, porque le sirvió en bandeja momentos inolvidables de 4– ni Madonna –por suerte, dado que, extrañamente, en Rebel Heart no supo hacer valer su olfato y se dejó llevar por una dinosauria cuya magia sí parece extinta–. Diplo ha sobrevivido a ellas y a mucho más, incluso al odio enfermizo de los fans de Taylor Swift, que no le perdonan que se riera de ella en Twitter. Y tampoco sucumbió a la ira de los little monsters cuando se permitió bromear sobre Lady Gaga. A este robusto ‘mostruo’ no hay quien lo tumbe.