“La escribí mientras estaba en un cuarto piso sin ascensor en Manhattan y enfrente había un chico puertorriqueño guapísimo con el que quería salir, y todo lo que deseaba era acabar la canción. Al final salí con él y terminé la canción justo antes de nuestra última cita, estoy contenta de que no siguiésemos”.
Así es como Madonna contaba a la revista Time cómo había escrito Into The Groove, uno de los singles más importantes de su carrera. Hoy, 23 de julio, hace 30 años, el tema dance más famoso de la ambición rubia salía a la calle para inundar las pistas de baile con el sonido ochentero más atemporal.
1985. Madonna acababa de lanzar su segundo álbum, Like A Virgin. Nunca hasta entonces una artista comercial, ideada en un principio para un éxito fugaz e intrascendente, había causado tanto revuelo con su imagen ni con sus canciones. Una novia neo-punk que afirmaba sentirse “como una virgen” había revolucionado no solamente el mundo de la música, sino el mundo de la cultura pop en general.
Entonces llegó otra vuelta de tuerca, el golpe final de la joven Madonna que hizo que millones de jóvenes de aquella época se moldearan a su imagen y semejanza. Madonna tendría su primer papel serio en un film de presupuesto limitado junto a una Rosanna Arquette que terminó siendo eclipsada por su compañera de reparto –tanto que Arquette acabó ganando el BAFTA a Mejor Actriz Secundaria, siendo ella la protagonista de la película–.
En Buscando a Susan desesperadamente, Madonna interpreta a Susan. Una mujer independiente, misteriosa, con un carisma magnético y un estilo único que, en definitiva, no dejaba de ser una caricatura del propio personaje que Madonna había creado para vender su música. La presencia de la intérprete de Material Girl hizo que la película se convirtiese en algo así como en un largometraje de culto.
Pero más allá de las interpretaciones mediocres y un guion no muy destacable, lo realmente inolvidable de la película era su banda sonora. Y más que su banda sonora, el tema principal del film; a cargo, obviamente, de Madonna. Al final de la película sonaba un himno de discoteca que en el propio largometraje aún se sentía crudo, inacabado.
Into The Groove era una invitación de Madonna a “vivir tu fantasía aquí conmigo”, a una pista de baile liberadora donde no había cabida para la inhibición, y que se convirtió en un rotundo éxito. Y hasta se incluyó en las reediciones de Like A Virgin (excepto en Norteamérica) e hizo que el single con el que fue lanzada como cara B, Angel, pasara desapercibido.
Una oda al baile y a la diversión que era inherente a la marca Madonna. “La pista de baile era un lugar algo mágico para mí. Al principio quería ser bailarina, lo que tuvo mucho que ver con la canción. La libertad que he sentido siempre cuando bailo, esa sensación de habitar tu cuerpo, dejarte llevar y expresarte con la música”, citaba como inspiración la Ciccone.
Años más tarde, esa pista de baile mágica, casi mística, que le servía como musa le valió el reconocimiento de los hijos de aquellos que tanto disfrutaron con Into The Groove en la generación anterior gracias a Confessions on a Dancefloor.
Tres décadas más tarde, renacimientos en directo incluidos –el último, el del Sticky & Sweet Tour de 2008–, el tema rompepistas de la artista aún sigue conservando ese espíritu de liberación. Una melodía que hace brillar a la noche con las luces de una discoteca cualquiera. Un sentimiento de vitalidad que no acaba. Una invitación por parte de Madonna que no se puede rechazar.