
Ya conocemos la mecánica de estos experimentos de sobra. Dos chicos se cogen de la mano y se pasean por las calles de alguna ciudad con altas tasas de homofobia mientras una cámara oculta graba sus pasos. Si habíamos sufrido con las experiencias vividas en Moscú y –sobre todo– en Kiev, volvemos a sobrecogernos con la de Jerusalén, pocos días después de que una joven muriera apuñalada en la celebración del Orgullo LGTB de la ciudad.

