Y ahí le tienen. Basta una simple ducha para que nuestro exhibicionista preferido se restriegue insistentemente ante la cámara.
El caso es que el tatuado Michael Hoffman sabe sacar partido a cualquier ámbito doméstico. El chico tiene un afán incontrolable por tocarse y explorar las partes más oscuras de su cuerpo. Esta vez, con un poco de jabón como acompañante le basta. Tocamientos por delante y por detrás. No vaya a ser que quede algo sucio.
Atentos a la escena final con la toalla como remate. Si no sabe dónde dejarla colgada, a nosotros se nos ocurre un sitio ciertamente adecuado para ello.