Los protagonistas de La visita, Becca (Olivia DeJonge) y Tuyker (Ed Oxenbould), son dos hermanos adolescentes que acuden a casa de sus abuelos a pasar unas vacaciones de todo menos idílicas. Ella, cámara en mano, prepara un documental sobre su familia –profundamente marcada por la distante relación, casi inexistente, entre su madre (Kathryn Hahn) y los abuelos (Deanna Dunagan y Peter McRobbie)–, y él es un aspirante a rapero al que no le interesan mucho los asuntos familiares, pero que acusa la ausencia de un padre que les abandonó cuando se divorció de su madre.
No es difícil adivinar en el personaje femenino de La visita un trasunto del M. Night Shyamalan adolescente. Al igual que Becca, el cineasta fue un prepúber impertinente y resabiado que, a los 16 años, ya acumulaba una vasta filmografía de 45 cortometrajes caseros. Más tarde, en su época universitaria en Nueva York, dirigió una película semiautobiográfica acerca de un joven que viaja a India para descubrir que es un extraño en su país de origen. “Era un niño muy pretencioso cuando hablaba de cine, discutía con todo el mundo. No se podía conversar conmigo porque me convertía en un gilipollas, me habrías odiado. La gente tenía que ver las películas según mis reglas y no permitía que hicieran comentarios durante la proyección… Aún hago eso con mis hijas en casa. Y cuando pillan una buena película en la televisión, les prohíbo que la vean si ya está empezada. ¡Esta casa está consagrada al cine!”, bromea.
«ERA UN NIÑO MUY PRETENCIOSO CUANDO HABLABA DE CINE, DISCUTÍA CON TODO EL MUNDO. ME HABRÍAS ODIADO»
Después de su debut en un gran estudio con El sexto sentido –antes había rodado la familiar Los primeros amigos, con Rosie O’Donnell–, La visita es la primera película de terror del director, guionista y productor, y en la que ha tenido que ajustarse a un presupuesto más bajo del habitual –para los estándares hollywoodienses, eso es una película de 5 millones de dólares–.
Una sutil manera de decirnos que, solo con esta clase de producciones de bajo presupuesto, y financiada a través de su propia empresa, consigue dar luz verde a las historias que le motivan, sin las imposiciones de los grandes estudios. “No hay duda de que es más complicado trabajar en una película de gran presupuesto. Hay muchas más cosas que tienes que justificar, en lugar de limitarte a seguir una línea creativa. Es complicado llegar a un equilibrio ideal para ambas partes en donde se pueda hacer el trabajo más artístico y, al mismo tiempo, sacar el mayor beneficio económico, porque este es un arte muy caro. Lo que sí creo es que cuanto más bajo es el presupuesto, mayor es la libertad creativa”.
Eso se ha traducido en un cuento de terror, que se suma a la tendencia del found footage, sobre dos ancianos que resultan no ser todo lo adorables que sus nietos esperaban. “Yo diferencio entre found footage y documental. Para mí, La visita es sobre todo un documental, porque hay muy poco metraje que no tenga intención cinematógrafica. Becca puede componer la escena, hay belleza en eso. La narración en primera persona es una forma muy poderosa de contar una historia y que puede dar muchos problemas. Por eso hay que cuidarla mucho, porque es el diálogo visual del personaje”.
«CUANTO MÁS BAJO ES EL PRESUPUESTO, MAYOR ES LA LIBERTAD CREATIVA»
La visita destila además un humor retorcido que emparenta a Shyamalan con Sam Raimi y el recientemente fallecido Wes Craven, maestros a la hora de entender el género en toda su ironía. “Me encanta ese tipo de humor, pero salvo levemente en Señales y La joven del agua, es algo que no me había permitido en mis películas. Esta es la primera película de miedo que dirijo. He hecho otras con elementos de terror, pero no era el objetivo final. Me gusta incorporar el humor para dar ritmo a la historia, pero es muy difícil de ejecutar. Si funciona, el resultado es muy bueno”.
¿Le molesta que destripen el final de sus películas? Pasa página
A sus 45 años, y tras la experiencia televisiva de Wayward Pines, Shyamalan retoma un tipo de cine que se acerca al suspense que le hizo célebre a finales de los 90. Puede que así se calme cierto sector de la cinefilia más crítica, esa que lleva casi una década –desde el estreno de La joven del agua– cebándose con todo lo que toca, especialmente tras Airbender, el último guerrero y el desastre de taquilla de After Earth.
«UN ARTISTA DEBERÍA CENTRARSE EN SU TRABAJO, NO EN SI LE AMAN O LE ODIAN»
Porque, reconozcámoslo, el baremo no suele ser el mismo que se aplica a sus compañeros a la hora de juzgar cada nuevo trabajo de Shyamalan, que pasó de ser recibido como el nuevo Spielberg al máximo exponente del hate watching. Dicho de otro modo, es un cineasta cuyas obras nos encanta odiar. “Podría tener un montón de opiniones al respecto de la crítica y la prensa, pero no. Y la razón es que no conozco a ningún artista que haya tenido una reacción positiva a su trabajo, ya fueran las hermanas Brontë, Picasso o Hitchcock. De lo que me doy cuenta cuando reviso la biografía de personajes como estos es que aquellos que emplean su energía en lidiar con la crítica suelen tener una vida muy infeliz y poco satisfactoria. Un artista debería concentrarse en su trabajo, en mi caso escribir personajes y contar historias, y no en si le aman o le odian”, explica.
No cuentes el final (aún)
Shyamalan ha construido casi toda su filmografía en torno a argumentos con un giro de guion inesperado, aunque lo que el espectador considera ‘chocante’, él prefiere denominarlo ‘dosificación de la información’. “Parto siempre de un personaje, por ejemplo, una enfermera que odia a sus pacientes. Yo no tengo que decirte que odia a los pacientes, eso puede ser algo que te desvelaré más adelante, cuando queden 10 minutos para el final. Puedes pensar que es un giro de guion, pero es solo información del personaje que te cuento de una manera determinada. Todas las grandes historias, como Psicosis o Sospechosos habituales, giran en torno a grandes personajes cuya información se cuenta de manera diferente. En El planeta de los simios, todo lo que sabes es que un astronauta aterriza en un planeta donde los simios mandan y los humanos son esclavos. Conforme ves el desarrollo de los personajes, compruebas que los simios son arrogantes y están enfadados, y entonces te preguntas por qué. Resulta que hubo un tiempo en que ellos eran los dominados… Y, de repente, te das cuenta de que en realidad están en el planeta Tierra. ¿Lo ves? De un personaje has sacado una historia con un shock final”.
«SI TIENES AMIGOS QUE TE REVIENTAN EL FINAL, DEBERÍAS CAMBIAR DE AMIGOS»
Entonces, ¿qué opina de quienes hacen spoilers? ¿Hasta cuándo es legítimo respetar los desenlaces de El sexto sentido o El bosque? ¿Se puede revelar ya que, bueno, Bruce Willis en realidad estaba…? ¿Cuándo podemos comentar libremente y sin temor a represalias los finales de sus películas? “Cuando pasen 20 años de la fecha de su estreno”, explica. “Eso es lo que entiendo por relevo generacional. Lo dije una vez en un programa de televisión y se pensaron que era una broma. Hay todo un nuevo grupo de adolescentes que comienza a ver mis películas y no conocen el final. ¡Así que no se lo contéis!”, comenta entre risas. “Creo que, en general, la gente es bastante respetuosa con el tema de los spoilers y que, si quieres, puedes evitar enterarte de lo que ocurre en Juego de tronos. Si tienes amigos que te revientan el final, deberías cambiar de amigos”.
La película La visita se estrena el 11 de septiembre.
Foto Shyamalan: miguelangelfernandez.net