Ya han pasado 8 años desde que Britney Spears resurgiera de sus cenizas. Blackout, el que se considera el mejor álbum de su carrera, está de aniversario esta semana y nosotros no podíamos pasar sin hacerle un merecido homenaje.
Corría el año 2007 y Britney había caído muy hondo, su turbia vida personal se había comido los restos de aquella princesa del pop que triunfaba con su Toxic.
El nacimiento de sus dos hijos, la separación de su entonces marido Kevin Federline, el alcohol, las drogas o las inexplicables locuras como su ya mítica cabeza rapada, dañaron muy mucho la imagen de la cantante, que no despertaba mucha simpatía en los medios de comunicación ni entre sus propios seguidores.
Y cuando nadie apostaba por Spears, tres sencillas y contundentes palabras anunciaron con fuerza su renacer musical: It’s Britney, bitch! Así comienza Gimme More, el primer single de Blackout, el disco más oscuro y urbano de su carrera. La canción no dejó indiferente a nadie, o te encanta o la detestas. Su videoclip, protagonizado por una Britney morena abrazada a una barra americana, también pasó a la historia como el peor –o el más experimental– de la cantante.
Britney quería demostrar que aún estaba ahí, y consiguió alimentar las portadas de todos los portales de información musical con su regreso a los escenarios en los MTV Video Music Awards 2007. Una Britney menos en forma, mostrando desinterés y en riguroso playback, hizo las delicias de sus detractores, y comenzó una de las etapas que más nos gustan de la princesa del pop, porque sí, Britney estaba allí e iba a dar mucho que hablar.
La producción de Blackout es impecable gracias a las colaboraciones de JR Rotem, Danja, Pharrell Williams o Bloodshy & Avant; su sonido moderno, arriesgado, urbano y electrónico se alejaba de lo que estábamos acostumbrados a escuchar aquellos años. El autotune de Britney fue criticado, pero es que Britney es sinónimo de autotune, y eso hay que asumirlo cuanto antes.
Joyas como Piece Of Me, Break The Ice o Radar fueron la banda sonora de aquella época; y su éxito, tanto de público como de crítica, convirtieron definitivamente a Blackout en el mejor disco de la resurgida princesa del pop.