“Coño, IronMan, estás fuertote, ¿eh?”. Con esta bienvenida se presentaba Ricardo, puro músculo de Laganés, dispuesto a arrasar todo lo que se le pusiera por delante. Mientras, Maulyo, que de no conseguir erigirse en Adán seguro se conformaba con ser el Príncipe de Bel-Air, andaba al acecho. Johana, argentina, aguardaba impaciente… Que empiece la conquista.
Cada uno a su estilo. Mientras uno rapeaba y contaba chistes sin sentido, el otro embadurnaba a la protagonista con crema blanca. El motivo, un amor por la cultura samurái sin límites y un arte para crear geishas sin precedentes. El esperpento estaba servido.
Un momento, porque hay algo que deben saber. Ricardo y Johana son vecinos en el sur de Madrid, y se conocieron hace un año en un concierto. ¿Destino inducido? Cuando menos, curioso. Un masaje tántrico para aplacar tensiones y el comentario del capítulo: “Esto es una señal, porque es más probable que te caiga un rayo dos veces”. Ricardo el ilustrado lo tiene todo bien atado.
Llegados a este punto de no retorno, se suceden los besos. Eso sí, Maulyo deja claro que a Ricardo se lo da sin problema, “pero en los morros no se lo voy a dar en la santa vida”. No hará falta que despliegue sus encantos mucho más tiempo, lo que el paraíso ha unido, no podrá separarlo Leganés. Al menos, de momento.