Polonia está sufriendo cambios político-sociales, son tiempos convulsos en Europa y los nuevos frentes ultraderechistas han encendido la llama de la xenofobia y la homofobia en la sociedad polaca.
El partido conservador Ley y Justicia (PiS), encabezado por Beata Szydlo, ha ganado a Plataforma Cívica (PO), el partido de centro-derecha que había gobernado durante ocho años, y esto ha supuesto un cambio radical con intenciones muy claras. El programa electoral del nuevo gobierno polaco se caracteriza por ser nacionalista y por desconfiar de la Unión Europea, rechaza cualquier tipo de minorías sexuales y liberales y ha manifestado una clara negativa hacia la inmigración y los refugiados.
Durante los últimos meses, en las ciudades polacas más importantes se han celebrado manifestaciones de colectivos de ultraderecha que luchan por una Polonia para los polacos y rechazan todo aquello que no practique su cultura ni hable su idioma. En Polonia ha crecido el temor a lo que es diferente a ellos, incluso hace unas semanas un joven estudiante sirio fue golpeado en Poznan y continúa hospitalizado.
A pesar de esta radicalización, algunos grupos luchan por la concienciación y la solidaridad, al menos en Varsovia. La capital fue testigo de cómo cerca de 2.000 polacos se oponían al fascismo con lemas como: “Solidaridad en lugar de nacionalismo. Juntos en contra de las fronteras”.
El patido de Beata Szydlo también ha modificado una de las medidas que afectan al colectivo LGTB: el pago sanitario por el cambio de sexo. También ha declinado la ley que permitía la fecundación in vitro a parejas del mismo sexo. Todo parece indicar que la sociedad polaca está dando un paso atrás, promovido por la política y los medios de comunicación, en lo que algunos consideran un retroceso a la Edad Media.