Leyendas e iconos del deporte LGTB

Un buen día, salir del armario dejará de ser noticia. Lástima que en un mundo como el del deporte, la ausencia de visibilidad LGTB haya convertido a los pocos que se han batido el cobre para declarar su homosexualidad en auténticos héroes, mártires incluso. Cualquier disciplina, tenga un balón o no de por medio, alberga […]

23 diciembre, 2015
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Leyendas e iconos del deporte LGTB

Un buen día, salir del armario dejará de ser noticia. Lástima que en un mundo como el del deporte, la ausencia de visibilidad LGTB haya convertido a los pocos que se han batido el cobre para declarar su homosexualidad en auténticos héroes, mártires incluso. Cualquier disciplina, tenga un balón o no de por medio, alberga la sensación de que dar el paso puede perjudicarte sobremanera. Los tabúes asoman y muchos, en su completo derecho, no advierten las ventajas que les puede suponer un “soy gay, ¿y qué?” o mostrar con orgullo su cambio de sexo.

Ellos sí lo hicieron, y fueron los primeros. Decidieron alzar la voz para que los demás dejasen de tener miedo. Son pioneros, estandartes de un colectivo que solo busca que lo natural sea normal. Simplemente eso. Y tan complicado a la vez. Las consecuencias, vistas, leídas y escuchadas entre aplausos simbólicos, no siempre son las idílicas. De ahí que sean tan especiales, y merezcan este pequeño homenaje.

Leyendas e iconos del deporte LGTB

Fue medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Montreal (1976) en la modalidad de decatlón, pero decidió retirarse a los 26 años por la falta de motivación. Ahora, su fama sufre un repunte que incluso, le ha llevado a ser uno de los mayores fenómenos de 2015. Bruce Jenner cambió el asfalto por las cámaras, y llegó incluso a participar en la película de los Village People. Una nominación a los premio Razzie al peor actor del año podría haber hundido a cualquiera, pero no a él. O mejor dicho, ella: Caitlyn Jenner.

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Porque desde junio de 2015, una portada de Vanity Fair ha quedado en los anales de la historia y por ende, también del deporte. Aquel “Call me (Llamadme) Caitlyn”, con el que la madrastra de las Kardashian (recordemos que fue marido de Linda Thompson) estrenaba identidad, dio el pistoletazo de salida a una persona que siempre persiguió hacer lo que quiso. La respuesta, también mediática, no pudo ser más positiva: millones de mensajes de celebrities, serie propia de ocho capítulos titulada I am Cait… Ah, y personaje propio en Los Simpson, que da caché. Ha quedado claro que Caitlyn solo hay una.

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Retrocedamos 34 años. En 1981, la checoslovaca Martina Navratilova estrenaba nacionalidad estadounidense. Ese mismo año, Steve Goldstein, de New York Daily News, se arriesgaba a preguntarle sobre su condición sexual. La tenista se declaró bisexual y confirmó tener una relación con Rita Mae Brown, pero solicitó que el artículo no se publicase hasta que estuviera preparada. Sin embargo, el 30 de julio saltaba la noticia. Meses después, bastó una nueva entrevista, esta vez a Dallas Morning News, para que se le atribuyese una heterosexualidad de la que ya se había apartado. Fue entonces cuando se declaró lesbiana, por si quedaba alguna duda.

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32 títulos de Grand Slam y más de treinta años de carrera deportiva avalan a una mujer que ha sido tan coherente con su raqueta como en su discurso. Se la ha podido ver encabezando diversas manifestaciones pro derechos LGTB y suplicando a los deportistas gays que lo hagan público para que sirvan como ejemplo, pues no saben la ayuda indirecta que brindarían a los demás. Siempre fue libre y feliz. Prueba de ello, la pedida de mano en mitad de un partido de tenis y posterior boda con Julia Lemigova, exmodelo y Miss URSS 1990. Inspiración y leyenda, esperó a la legalización del matrimonio igualitario en Estados Unidos para, a los 59 años, ganar el partido de su vida.

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Ay, el fútbol. Meter un gol ya no es cuestión de alojar el balón en el fondo de la red. Una victoria no son solo tres puntos, o la clasificación tras pasar una eliminatoria. Y si no, que se lo digan a Justin Fashanu, primer profesional del balompié en declarar públicamente su homosexualidad. Lo hizo en octubre de 1990 en The Sun, tras confesar que había mantenido relaciones con varios futbolistas de la primera división inglesa. E incluso narró sus juegos de cama en la Cámara de los Comunes con un miembro del Parlamento del Partido Conservador. Jamás trascendieron nombres.

Mientras, el suyo estuvo acompañado desde entonces por un “maricón” nada cariñoso en campos rivales. Su hermano, también futbolista, le dio la espalda y declaró que lo “lógico” fuese que ningún equipo le volviese a contratar. Justin solo quería ser libre y poder pasarse por el Heaven de Londres, su ciudad, y coincidir con Boy George. Su carrera se truncó de tal manera que solo le quedó la opción de emigrar a Estados Unidos.

Pero allí las cosas estuvieron muy lejos de mejorar. En 1998, un joven de 17 años le denunció por abusos sexuales. Nunca fue arrestado, pero él ya estaba inmerso en una depresión que acabaría en suicidio. Fashanu fue encontrado ahorcado en un garaje abandonado en Shoreditch, con una nota adjunta que rezaba así: “Me he dado cuenta de que ya he sido declarado culpable. No quiero dar más preocupaciones a mi familia y a mis amigos. Espero que el Jesús que amo me dé la bienvenida; al final encontraré la paz”. Por cierto, su caso se archivó a título póstumo por falta de pruebas. Daba igual, su valentía no había sido suficiente para encontrar una normalización que jamás se produjo. Si existe una escala para medir a los héroes, debería estar en puesto de privilegio.

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Intentaremos enterrar un pequeño mito, para terminar. “Mejor decir que eres gay una vez retirado para que no te perjudique en tu carrera”, seguro que piensan algunos. Y allá que fue Jason Collins, primer jugador de baloncesto gay en la NBA. Aquel “Soy un pívot de 34 años. Soy negro. Y soy gay” pronunciado en abril de 2013 para Sports Illustrated se producía en el ocaso de su carrera, cuando ya se encontraba sin equipo. Dejaba un deseo en el aire: “Sigo queriendo jugar al baloncesto, amo este juego y todavía tengo cosas que ofrecer”. ¿Provocaría su condición sexual una obligada retirada?

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No. En febrero de 2014, Collins disputaría unos partidos con los Brooklyn Nets y se convirtió para siempre en un icono. Poco importan los puntos, rebotes, o comentarios homófobos que sufriese de sus rivales, que los hubo. Trece años de carrera y un dulce final. Le fue imposible mantener su vida en la mentira 24 horas al día y decidió meter la canasta más difícil. Ahora se pasea con su novio de la mano y oigan, cualquiera se mete con él. Ha sido recibido por el presidente Obama y reconocido como uno de los 100 hombres más influyentes de 2014 por la revista Time. Gracias.

Y gracias a todos, sea cual sea vuestro caso. Cada palabra cuenta. Cada vez que se camina hacia la aceptación, el colectivo LGTB suspira con cierto alivio. Y se acabaron las metáforas deportivas por un tiempo, prometido. Ni ganar, ni perder, solo creer para vivir, ser. De eso se trata. Eso es lo que pretendieron, y bien que lo hicieron.

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