Si es que de verdad, ya no queda sentido común. Cómo es posible que la televisión pública de nuestro país, “en manos del Partido Popular”, ose dar protagonismo en su parrilla a una pareja gay. Masterchef Junior se trasladaba a la residencia del embajador de Estados Unidos James Costos, abiertamente gay, y con ello desataba la ira ultracatólica.
Ante semejante aberración, un artículo de Infovaticana firmado por Gabriel Ariza (hijo de Julio Ariza, director de Intereconomía), acusaba la grabación y emisión de “apología del homosexualismo”. Poco más que para él, mezclar a niños con gays debiera ser motivo de pasar un tiempo a la sombra.
No contentos con la calificación, desde Infovaticana se ha calificado la intervención como una “clara imposición de la ideología de género” a los más pequeños perpetrada por un gobierno con una “importantísima presencia del lobby homosexual que no se conforma con nada, y sigue su batalla por conquistar las conciencias de los más pequeños”. Brillante.
Ajeno a la polémica, James Costos agradecía en redes sociales la visita del programa a sus dependencias recordando que el presidente Obama encabeza una iniciativa para acabar con la obesidad infantil en el mundo a base de promulgar la dieta sana. Siempre que los ultracatólicos lo permitan, claro.