¿Cuánto le debe Madonna a la fotografía en la creación de su mito como reina del pop? Probablemente, casi tanto como a sus productores cuando, en los albores de su carrera a principios de los 80, se cruzaron en su camino George DuBose, Peter Cunningham y Deborah Feingold, tres fotógrafos cuyos retratos de la artista sirvieron para cimentar la imagen de Madonna como el icono pop y gay universal que ha llegado hasta hoy.
La Térmica de Málaga recuerda aquellos días de 1981 y 1982 en Madonna. El nacimiento de un mito, una exposición que puede verse desde el 22 de enero hasta el 15 de mayo y que recoge una colección de 60 míticas instantáneas, algunas totalmente inéditas, pertenecientes a DuBose, Cunningham y Feingold. La muestra se completa con varias piezas, videocreaciones e instalaciones realizadas en exclusiva para la ocasión por los artistas Chema Alonso, Carlos T. Mori y Silvia Prada, que documentan la evolución de uno de los iconos más longevos de la cultura pop.
En 1981, George DuBose es contratado para fotografiar a un nuevo grupo emergente de Long Island, The Breakfast Club, con la indicación de centrarse casi exclusivamente en la cantante, Madonna Louise Veronica Ciccone. DuBose, que en aquella época se dedicaba a inmortalizar la vida nocturna neoyorquina, se encontraría a Madonna esa misma tarde actuando en otro local de Manhattan, el Danceteria, donde comenzó a despuntar y captó la atención de la industria.
Al año siguiente, en 1982, Peter Cunningham es contratado por Liz Rosenberg, publicista de Warner, para organizar un reportaje con una de sus nuevas clientas, una tal Madonna, de la que Rosenberg era particularmente entusiasta. La sesión, para la que la propia Madonna se maquilló y preparó su vestuario, se desarrolló durante más de seis horas por el Soho neoyorquino.