Un año después de alzarse con el Oscar a mejor película y director por Birdman, el mexicano Alejandro González Iñárritu podría repetir pleno por segundo año consecutivo el 28 de febrero, e igualaría una hazaña solo conseguida por mitos como John Ford o Joseph L. Mankiewicz. La culpa es de El renacido (The Revenant), que parte como favorita con 12 nominaciones y que podría otorgar a Leonardo DiCaprio, por fin, su anhelada estatuilla a mejor actor.
Méritos para arrasar en las categorías técnicas no le faltan. Emmanuel Lubezki firma una deslumbrante fotografía que, a ratos, emula el lirismo de Terrence Malick –incluyendo rayos de sol, salpicaduras varias y vaho en la pantalla–, y que brilla especialmente en secuencias épicas y trepidantes como la batalla inicial. Los efectos visuales y el sonido han sido diseñados minuciosamente para dotar a la tecnología de recursos casi narrativos, y los compositores Ryuichi Sakamoto y Carsten Nicolai –estos sin nominación– aportan una partitura minimalista y gélida como los parajes en los que se enmarca la historia.
Más allá de su innegable y majestuosa grandeza visual –es una película evento–, el problema de El renacido llega cuando Iñárritu y Mark L. Smith, adaptando la novela de Michael Punke, prefieren recrearse en la agonía y miseria de su protagonista, un pionero de la América salvaje enfrentado a los nativos y a todas las fuerzas de la naturaleza, que en hacer avanzar la trama. El resultado es un exceso de metraje sin apenas diálogos y crudas imágenes tendentes al exhibicionismo a las que Smith e Iñárritu –sin nominación a mejor guion–, lejos de conformarse con el plano más primario y visceral de su superviviente, dotan de cierto misticismo como única salida para encontrar la redención.
EL RENACIDO SE ESTRENA EN CINES EL 5 DE FEBRERO.