“¡Hola preciosos!”. Aida Domènech ha conseguido que basten dos palabras para que se le identifique. Perdón, por si todavía hay algún despistado: Dulceida, tal y como se le conoce en el mundo de las redes sociales, no es una it girl al uso. La naturalidad con la que actúa parece ser el secreto de su notoriedad.
Un éxito que ha querido plasmar en su ‘Guía de estilo’ (Libros Cúpula), un libro que recoge un sinfín de consejos relacionados con la moda y da respuestas a su faceta más personal. Su comportamiento es precisamente lo que más admiran sus followers: “Hablo de lo que cuento en mis redes, ¿por qué no hacerlo en un libro?”, pregunta extrañada.
Esta afirmación se produce después de confesar que “ni me lo pensé” cuando recibió la propuesta de sustituir el dispositivo digital por la hoja de papel. Y eso que sabía que arreciarían las críticas de algunos eruditos que le acusan de intrusismo: “Son tonterías todo, es como cuando dicen que las blogueras vamos de periodistas”, explica. Queda claro que jamás quiso atribuirse más mérito del que tiene: “La persona que ha tenido que corregir el libro me debe odiar, porque tengo muchas faltas”.
Pero entre sus logros sí está ese regimiento incondicional de seguidores. Situémonos: más de 720.000 en Instagram y alrededor de 300.000 suscriptores en Youtube permanecen atentos a cada publicación. ¿Es Dulceida una esclava de las cifras? “Paso un poco, pero cuando estoy a punto de llegar a un número redondo aún me hace ilusión”, responde. Cuesta filtrar el perfil tipo, pero tampoco parece preocuparle: “Por suerte creo que tengo un gran abanico desde los 9 años hasta los 40, pero las más fieles son las mujeres de 14 a 21 años”.
Un momento, que nos olvidamos de uno de sus nichos más potentes: “Noto muchísimo el calor del fan gay”, afirma. Y más aún desde que hizo oficial su salida del armario a través de un vídeo que dio la vuelta al mundo. “Desde que conté lo de mi chica creo que más de la mitad de mis seguidoras son lesbianas”, relata impresionada.
Aida, que hasta entonces solo había estado con hombres, descubría en Alba sensaciones desconocidas. Y lejos de pensar que le podría perjudicar a nivel personal o profesional, solo le benefició. “Llevábamos un año y lo quería hacer, pero me daba miedo porque había estado toda la vida con chicos y nunca sabes como va a reaccionar la gente. Incluso tenía miedo de que marcas dejará de trabajar conmigo y ha sido todo lo contrario: ha mejorado porque quieren trabajar con las dos”. Por lo demás, sí que hay un concepto que le gustaría aclarar: “Dije que era bisexual pero al final todo son etiquetas: que te guste lo que te guste y dejémonos de rollos”. A otro tema entonces.
Uno peliagudo: los haters y sus críticas. Dulceida intenta capearlas hasta que sobrepasan ciertos límites. “Cuando alguien me molesta insultando a la gente que me defiende, le bloqueo. Si no, que digan lo quieran”, explica. Si es la desgatada postureo de lo que se le acusa, entonces se vuelve un poco más condescendiente: “Entiendo que lo pueden llegar a pensar, porque amigos míos lo hacían, pero les recomiendo que se vengan un día conmigo”. Que no lo diga muy alto que le lloverán las peticiones…
Paradójicamente, sí se muestra intransigente con otras blogueras que optan por desvirtuar la realidad. “La mayoría son un poco de mentira, hay mucha superficialidad”, se lamenta. Especial mención para Essena O´Neill, la joven modelo que acabó siendo víctima de su propia cuenta de Instagram. Con 19 años, decidía romper su lazo digital y confesaba vivir en la mentira obsesionada por los likes. “Cuando lo vi pensé que era mentira porque ella dijo que no tenía vida. Yo tengo mi vida fuera de todo esto y siempre serás tú quién decida”.
Y es que si por algo se caracteriza Dulceida es por lo que ella define como su mayor virtud: “Soy en redes como soy con mis amigos y mi familia”. Y está bien que precise dónde, porque en televisión parece que a los influencers se les haya negado cuota de pantalla. ¿Por qué? “No lo sé. Creo que la gente con relevancia en redes sociales debería tenerlo, pero solo la que vale, y hay muy poca”, sentencia. Uno de los pocos que sí lo ha conseguido es el estilista Pelayo Díaz, al que tiene en alta estima: “Lo hace estupendo y me parece lo más que hayan contado con él”.
Porque Dulceida no pretende que te vistas bajo el manto de ningún cánon estético. Es partidaria, como nos explicó en el vídeo que nos grabó sobre el do y el don’t masculino, de que haya libertad y riesgo en tu vestuario. Y como el estilo no viene de París en cigüeña, sino que “no todo el mundo lo puede tener, pero va en la personalidad de todo el mundo: se hace totalmente”, hincaremos los codos en su libro hasta que se nos pegue algo. Todo lo que toca lo convierte en oro.