“Dejen florecer el deporte, solo pretendo disfrutar de él porque lo amo”. Lástima que al gaditano Jesús Tomillero, el primer árbitro abiertamente gay del fútbol español, le esté costando tan caro haber reconocido públicamente su homosexualidad. Hagamos una nueva inmersión en el mundo de los tabúes y el balón.
El pasado 26 de marzo, nuestro protagonista, de 21 año,s sufría en sus carnes una de las agresiones homófobas más lamentables que se recuerdan en un terreno de juego. Partido de la Liga Andaluza Sénior de La Línea de la Concepción, la Peña Madridista Linense recibía al Mirador. Es importante precisar que la edad de los futbolistas no superaba los 15 años, lo que hace la situación aún más dramática.
Tras una decisión polémica y unas protestas iniciales, un “comepollas, maricón, que te gusta que partan el culo”, por parte de uno de los integrantes del conjunto local daba comienzo a la barra libre de discriminación. “El delegado de campo me amenazó diciendo que iba a hablar con la federación para que no volviera a arbitrar”, confiesa, después de que lanzasen piedras a su vestuario una vez se produjo el pitido final.
Lejos de amedrentarse, Tomillero acudía a la Policía Nacional para presentar una denuncia que adjuntamos a estas líneas. “Ahora todo está en manos de la fiscalía”, cuenta esperanzado, más aún tras comprobar la respuesta de compañeros, amigos, anónimos y medios de comunicación. “La reacción de la gente ha sido muy buena, estoy recibiendo el apoyo de toda España y de muchos países extranjeros”. Si ha de convertirse en un fenómeno viral para dar visibilidad LGTB al deporte, bienvenido sea.
Pese a que siempre quedará algún irreductible [“Incluso el entrenador de un equipo de San Roque dijo que todo lo malo que me pasaba lo merecía”], su logro más importante ha llegado de la mano del equipo de su tierra, el Cádiz F.C. A través de la campaña #RojaDirectaALaHomofobia quisieron mostrar su solidaridad con Jesús, al que invitaron al palco para ver un partido (y solo la poca previsión impidió que realizara el saque de honor). “Estoy muy orgulloso y luchamos para que todos estos actos homófobos no vuelvan a pasar”, explica el trencilla.
Su trabajo no acaba aquí, y el futuro resulta incierto. “Estoy arbitrando por ahora, pero no se hasta cuándo”, asume. Y es que, además de que “siempre tienes el miedo del qué pasará”, sospecha que el hecho de haber reconocido abiertamente su homosexualidad le vaya a perjudicar. Es más, es consciente de la posibilidad de estar cavando su propia tumba: “Yo era tercero en la lista de ascenso y de la noche a la mañana he pasado a ser el 44”, justo después de que su caso se difundiese. De momento, “todo esto hay que dejarlo a un lado, ser valiente y seguir luchando”.
Más aún cuando sigue costando dar un paso hacia delante y hemos de conformarnos con el haberlos, haylos. “Claro, hay muchos árbitros que son gays, y bisexuales también”, explica Jesús. El “miedo a represalias que pueda tener el comité” unido al intangible beneficio que creen obtener a cambio sigue siendo la mayor losa para mantenerlo oculto. Y no solo hablamos del colegio arbitral: “Me han llegado muchos mensajes de jugadores y técnicos que son homosexuales pero que no lo dicen abiertamente”, admite.
Orgullo y tristeza. Esa es la dicotomía a la que te enfrentas cuando no te frena ni tu propia valentía. “El deporte no es solo para heteros, sino para personas de cualquier ámbito sexual, somos libres de elegir a la persona a la que queremos”, argumenta antes de terminar la conversación. Debe continuar haciendo una llamada a la cordura.
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