“Prince está muerto. Que viva para siempre el Poder de la Nueva Generación”. No es una declaración que haye hecho nadie hoy; la grabó su entonces mujer, y compañera de grupo, Mayte, en 1994, para el álbum The Gold Experience. Prince fue capaz de ‘matarse’ a sí mismo en un acto de rebeldía a caballo entre la performance y el suicidio artístico en 1993. Un primer aviso de que el genio de Minneapolis era mortal, aunque con su frenética actividad a lo largo de casi cuarenta años de carrera en todo momento nos hizo creer que era un superhombre, además de una atípica superestrella.
El jueves 21 de abril de 2016 es ya una fecha en la que se han inscrito con letras de oro el nombre de Prince. Su muerte le ha convertido en leyenda, y su desaparición nos deja huérfanos de estrellas pop extravagantes, capaces –en su día– de vender millones de discos sin necesidad de venderse a las modas ni las exigencias del mercado. “Sometimes it snows in April”, cantaba Prince en una de sus obras maestras, Parade (1986). No nevó ayer, pero la lluvia púrpura, el símbolo con el que siempre se le identificará, sí ha inundado las redes.
Son muchos, e importantes, los motivos que hacen de Prince un artista único, total, brutal. Sirvan estos como ejemplo de su importancia.
Las etiquetas se la sudaban
“Am I black or white? Am I straight or gay?”. Es una de las muchas perlas que cantaba en Controversy, allá por 1981. Lo hacía vestido –más bien semidesnudo– con apenas un tanguita de mujer, medias de rejilla, taconazo y, con suerte, una gabardina. Desde sus inicios dejó muy claro que le importaba poco lo que se pudiera pensar de él, a todos los niveles.
Musicalmente, reinventó los géneros clásicos de la música negra y los propulsó al futuro, fusionándolos con la electrónica. Creó un género nuevo llamado ‘Prince’, básicamente. Su desafío a los convencionalismos le llevó también a desdibujar las fronteras entre los géneros con su imagen y su actitud. Nadie le discutió nunca su capacidad de ‘womanizer’, pero Prince sedujo siempre desde un lugar muy lejano al del macho tradicional, haciendo uso de una sensibilidad extrema, subido a sus tacones y con la raya del ojo bien pintada.
No podía parar de crear
Su inagotable inspiración fue a la vez su mayor bendición y su peor enemigo. Para un fan dedicado de Prince, seguirle se convirtió en una tarea que requería un enorme esfuerzo –y mucho dinero–. Desde que lanzó su debut For You en 1978, publicó al menos un álbum por año hasta 2010, que se dice pronto.
Además de singles sueltos, variaciones de proyectos previos, discos y canciones para otros artistas, o suyos propios pero firmados con seudónimo o con el nombre de sus bandas de acompañamiento… Por no hablar de los miles y miles de canciones que se dice que tiene guardadas en ese mítico archivo/caja fuerte llamado The Vault, que ha tenido cerrado bajo llave en su estudio/mansión/refugio Paisley Park durante décadas.
En los tiempos en que Internet era una utopía, el celo por mantener a buen recaudo todas aquellas grabaciones que no quería que se escucharan dio pie a un negocio de piratería brutal. Pocos artistas han generado tantos discos ilegales como él, y es que su prolífica producción generaba en sus fans un mono continuo, que él solo saciaba cuando lo creía conveniente.
Misterio máximo
En pleno apogeo de los 80, convertido en uno de los pilares de la década, con MTV convertida en el referente audiovisual de la cultura pop deseosa de rendirle culto, Prince decidió jugar sus cartas de manera muy distinta a como lo hicieron las únicas dos estrellas a su nivel, Madonna y Michael Jackson.
Apostó por el más absoluto de los secretismos y por cultivar el enigma como seña de identidad. Se blindó por completo, prácticamente dejó de conceder entrevistas en la época de Purple Rain, se negaba a firmar discos o fotos… y la cosa fue a más. Una vez construyó su espectacular refugio Paisley Park a mediados de los 80, apenas trascedieron nunca más detalles de su vida personal.
Prince quiso que fuese su música la que hablase por él, y se mantuvo fiel a sus principios, viviese momentos de mayor o menor gloria comercial. Nunca le importó la presión del universo pop por que fuese una estrella al uso y se esforzase por mantener un nivel de popularidad. A día de hoy resulta impensable concebir a una superestrella así; en los 80 y los 90 también lo era ver a Prince ejercer como tal. Porque nunca ha habido otra antiestrella que haya saboreado las mieles del éxito masivo al nivel que lo hizo Prince.
Mujeres al borde de un ataque de Prince
Prince adoraba a las mujeres, y les entregó gran parte de su talento. Tenía a la vez un fuerte y revolucionario ramalazo feminista, aunque por otro lado también tenía un venazo retrógrado que en ocasiones le llevaba a tratarlas como meros objetos decorativos.
Pero ante todo no hay que olvidar que ya en 1982 contaba con las abiertamente lesbianas Wendy & Lisa como parte de su banda The Revolution. Su apuesta por la diversidad en su universo quedó clara desde sus inicios. Y siempre ha contado con mujeres en todas sus bandas. Uno de sus últimos proyectos, recordémoslo, ha sido 3rd Eye Girl, en donde únicamente le acompañaban tres féminas.
Ha habido muchas ‘chicas Prince’ a lo largo de las últimas tres décadas: Apollonia, Vanity, Bangles, Martika, Mayte, Chaka Khan, Tamar Davis, Andy Allo, Cat, Jill Jones, Sheena Easton, Kim Basinger, Carmen Electra, Bria Valente, Judith Hill… A algunas les hizo discos enteros, a otras solo canciones. Artistas como Sinéad O’Connor y Alicia Keys tocaron la gloria versionándole.
Janet Jackson es quien es gracias a su inspiración –quedó pendiente un dúo entre ambos–. Madonna y Beyoncé siempre le han mirado de reojo, y cuando han coincidido saltaron chispas –porque Love Song, el dúo entre Madonna y Prince es una joya no todo lo bien ponderada que debería–. Son numerosas las mujeres que le deben mucho. Y la fascinación que despertaron en muchos gais explícitos himnos como Sugar Walls –una canción dedicada, literalmente, a las paredes de coño que compuso para Sheena Easton– es digna de estudio.
Las reglas las ponía él
Durante los 80, si Michael Jackson ponía los hits y el espectáculo, y Madonna la provocación y la sobreexposición mediática, Prince ponía la innovación. Los tres dominaron aquella década y proyectaron su sombra sobre artistas de las décadas por venir.
Si Jackson y Madonna supieron adaptarse a las necesidades de la industria, Prince no. Tras discos capitales como Purple Rain (1984), Parade (1986) o Sign O’ The Times (1987), cada uno radicalmente distinto al anterior, continuó arriesgando proyecto a proyecto, perdiendo a muchos fieles por el camino y rara vez apostando por una vía claramente comercial, como cuando firmó Batman (1989).
Plantó cara a la industria a mediados de los 90, recurrió de nuevo al eyeliner, esta vez para pintarse ‘slave’ en la mejilla, se cambió de nombre, volvió a llamarse Prince cuando se le pasó, apostó por Internet cuando aún nadie lo hacía, creó su NPG Music Club para establecer una vía directa a través de la cual suministrar música a sus seguidores, volvió puntualmente a probar suerte con las majors, renegó de Internet en sus últimos años…
Las últimas dos décadas están repletas de vaivenes en este sentido, se le ha visto perdido en muchas ocasiones, pero sus contradicciones han mostrado siempre a un artista que no perdió en ningún momento la pasión por su música.
Baile, música, sexo, amor, religión
No habría resultado extraño que Prince hubiera adaptado a Teresa de Jesús si hubiese conocido su obra. Los éxtasis místicos de la santa no están tan alejados de los gemidos de, por ejemplo, Kim Basinger en Scandalous.
Prince, como buen Géminis, defendió siempre su dualidad. Les fascinaba la batalla entre el bien y el mal, entre el sexo casual y el amor fiel, entre la fiesta desenfrenada y la ceremonia sentida. Han sido las constantes de su obra, en disco y en directo. Con los años –y tras convertise en testigo de Jehová–, cargando más las tintas en lo espiritual y menos en lo carnal. Aunque siguió coqueteando con la picaresca hasta el final. Una picardía que vamos a echar mucho en falta sin el creador de Lovesexy aquí.