La pincelada animal de Jackson Pollock

El Museo Picasso Málaga, fiel a poner en relación la obra del maestro malagueño con cualquiera de sus innumerables influenciados, expone Mural. Jackson Pollock: La energía hecha visible. La protagonista absoluta es Mural (1943), una obra por encargo de la galerista que lo descubrió, Peggy Guggenheim, en la que Pollock dio un salto de gigante […]

Guillermo Espinosa

A mí lo que me tira es el underground.

13 mayo, 2016
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El Museo Picasso Málaga, fiel a poner en relación la obra del maestro malagueño con cualquiera de sus innumerables influenciados, expone Mural. Jackson Pollock: La energía hecha visible. La protagonista absoluta es Mural (1943), una obra por encargo de la galerista que lo descubrió, Peggy Guggenheim, en la que Pollock dio un salto de gigante respecto a su trabajo anterior.

En esta obra mezcló sus propios recuerdos y su psique (llegó a comentar que el cuadro representaba en realidad una estampida de animales en el oeste de su infancia), la admiración por los muralistas mexicanos, con Rivera a la cabeza (del que adquiere buena parte de la paleta cromática), y la insondable impresión que le causó el Guernica de Picasso, que había visto en Nueva York, ya que el MOMA custodiaba la pieza tras la victoria franquista.

La exposición coloca con razón este cuadro como centro, ya que catapultó a Pollock como líder –y, por decirlo fríamente, también a ‘chico de portada’ hecho célebre por la prensa– de una generación de artistas, los de la Escuela de Nueva York. Abrazaron el expresionismo abstracto sin transición con sus mentores, los pintores simbolistas o regionalistas Thomas Hart Benton o Grant Wood, buscando la inspiración en la vanguardia europea.

Mural es algo anterior a esa fórmula de trabajo casi en trance hipnótico, derramando por goteo a través de un colador pintura sobre el lienzo tendido en el suelo, que un crítico llamó ‘action painting’ y así pasó a la historia, y que haría a la vez célebre y controvertido a su autor a partir de 1945.

Mucho se ha especulado sobre esa pincelada rápida y vehemente, cargada de energía difícil de digerir, y mucho también con la vida de un hombre atormentado, dependiente de una extraña relación con su madre, alcohólico consagrado, pendenciero, agresivo y maltratador: sometió durante años a su mujer, la también pintora Lee Krasner, a innumerables vejaciones.

Insinuaciones sobre la posible homosexualidad reprimida de Pollock llevan vertiéndose desde los años noventa, para escándalo del patriarcado estadounidense, que las rechaza de plano como una ofensa (como lo leéis) o las tilda de broma. Alguno de sus amigos ha llegado a decir que Pollock era más bien asexual, y que todo lo vertía en su pintura y su pincelada.

Fuera como fuera, la verdad es que Pollock se alineó rápidamente con la corriente más machirula de los expresionistas, liderados por su amigo Robert Motherwell (y posiblemente inspirado por las ideas antihomosexuales de Benton, que responsabilizaba a los gays de la decadencia del arte americano), y entre todos hicieron la vida imposible a los miembros más jóvenes de la siguiente generación, asumidamente homosexuales: Robert Rauschenberg y Jasper Johns (que eran pareja) y Cy Twombly.

La pincelada animal de Jackson Pollock

Otros de su generación, como el músico y pintor John Cage, también gay, dejaron de frecuentarlos, y entre todos cambiaron el lugar de reunión y diálogo a otro pub no muy lejano al mítico Cedar Tavern de los heteros, el Dillon’s Bar, desde donde orquestaron la que supuestamente es la primera ‘mafia rosa’ –según la ven los hostigadores– del arte documentada: un sitio donde los hostigados homosexuales tendieron sus propias relaciones con críticos, comisarios y directores de museos, terminando por acaparar buena parte del mercado del arte. Donde las dan, las toman.

Obras de Motherwell y otros –la misma Krasner, Charles Seliger o David Smith, no así de los jóvenes gays– pueden verse en esta exposición, que también traza arcos con el posterior surgimiento del pop, con las versiones latinas del expresionismo abstracto –el surrealista chileno Roberto Matta o el español Antonio Saura– y que se completa con un repaso fotográfico a su vida: Pollock se dejó fotografiar trabajando en varias ocasiones, y esto casi supuso el nacimiento de otro movimiento artístico: la ‘action photo’.


Mural. Jackson Pollock: la energía hecha visible se puede ver hasta el 11 de septiembre en el Museo Picasso Málaga (Palacio de Buenavista · C/San Agustín, 8). Más información en www.museopicassomalaga.org


 

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