“Antes hemos escuchado a Bulgaria con If Love Were a Crime (Si el amor fuese un crimen). ¿Y sabéis qué? El amor todavía es un crimen en muchas partes del mundo, y no puedo esperar al día en el que esto cambie”. Con este mensaje que deja poco lugar a la interpretación, el ganador de la pasada edición de Eurovisión, Måns Zelmerlöw, cedía su testigo en el certamen, aunque habrá que esperar hasta el sábado para ver quién sucede al sueco.
Por lo pronto, Zelmerlöw quiso despedirse a lo grande clamando contra los países que todavía discriminan al colectivo LGTB (ojo con Rusia, que parece la gran favorita) y con un desnudo al que solo un peluche tapa lo mínimo. Esto es terminar a lo grande.