Fotonovela entre amigas

Hay que ser justos y dejarlo claro desde el principio. Este es un proyecto entre amigos, ideado y cocinado como una gran broma conjunta, un divertimento bizarro y muy pop, con toda la honestidad de una propuesta semejante por delante y, tras esto, un fondo abiertamente comercial: hacer una exploitation del fenómeno fan. Utilizamos el […]

Guillermo Espinosa

A mí lo que me tira es el underground.

27 mayo, 2016
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Fotonovela entre amigas

Hay que ser justos y dejarlo claro desde el principio. Este es un proyecto entre amigos, ideado y cocinado como una gran broma conjunta, un divertimento bizarro y muy pop, con toda la honestidad de una propuesta semejante por delante y, tras esto, un fondo abiertamente comercial: hacer una exploitation del fenómeno fan. Utilizamos el término anglosajón porque se refiere a un tipo de producto comercial muy concreto, del mundo audiovisual, referido a las series B o Z de la producción de cine, vídeo o cómic, con unas características de delirio, falta de ortodoxia y transgresión de normas estéticas y morales, asociadas a los fenómenos de culto y directa y abiertamente relacionadas con esta exposición.

Dicho esto, conviene pararse a mirar sin prejuicios este conjunto de fotonovelas ideadas y desarrolladas al alimón por Topacio Fresh como galerista, impulsora y coordinadora del proyecto –en su carrera paralela como artista, Fresh siempre ha utilizado los medios de comunicación de masas de forma poco ortodoxa o buscando precisamente puntos de fricción entre su uso ‘oficial’ y otros usos posibles– y sus amigos Fangoria, Nancys Rubias, los directores Javier Ambrossi y Javier Calvo, la periodista y experta en cultura popular de la transición Valeria Vegas, los diseñadores y artistas Artefacto y el fotógrafo Jaime Gorospe.


“Este es un proyecto entre amigos, un divertimento bizarro y muy pop”


La primera virtud de Fotonovela, aparte de su carácter lúdico y la alegría de vivir que palpita tras la exposición, es el absoluto conocimiento sobre el medio que utiliza. La fotonovela es un producto cultural de un tiempo ya pasado, y hasta hoy nadie ha tenido a bien repasar su historia o vindicar su poder e implicaciones estéticas y discursivas, pese a que contemos con referentes muy claros de los que significó en su momento: desde el autohomenaje filmado por Almodóvar en Laberinto de pasiones a canciones míticas del italodisco hispano como la homónima de Iván (versionada no hace mucho por la italiana Tata Golosa).

Fotonovela entre amigas

Esto nos da una segunda pista: la fotonovela es un producto abiertamente latino, gestado en Latinoamérica y los países del sur de Europa, España e Italia, casi a la vez, que apenas tuvo éxito en el mundo anglosajón, si exceptuamos el extraño caso de Sudáfrica, tan adicta a ellas como nosotros, o su derivación postrera como merchandising asociado a las producciones fílmicas populares: series de televisión como Star Trek y películas norteamericanas (sobre todo de temática adolescente, o fantástica: de Grease a Encuentros en la tercera fase) conocieron su adaptación por espurios motivos comerciales.  

Fotonovela entre amigas

La fotonovela como género tiene un origen algo difuso, quizá porque no se ha investigado con rigor. Inspirada por los grabados en secuencia ‘de la vida real’ que se publicaban en folletines para aleccionar moralmente sobre todo a las clases pobres e iletradas del siglo XIX, su aparición tras la implantación de la fotografía como el medio de ilustración definitivo para las publicaciones periódicas, después de la Segunda Guerra Mundial, siguió esos mismos parámetros. Apareció primero en Latinoamérica –Argentina, México– y luego llegó a España. Aunque es probable que en Italia se diera de forma paralela. Primero como excusa para ilustrar folletines morales y también para reproducir los más escabrosos crímenes de las publicaciones de sucesos. Es a partir de los años 60 cuando se vuelven populares, y ya internacionales en los 70. Hasta los 80, donde comienzan a languidecer hasta desaparecer. Durante estos años, la fotonovela sirvió a los géneros más populares: el melodrama amoroso y la novela rosa, la reconstrucción histórica e incluso bíblica, las temáticas juveniles, el terror y la violencia criminal. Y también el sexo, por supuesto.


“Las celebrities de su tiempo utilizaron la fotonovela como fórmula para afianzar su popularidad y capitalizarla”


De todos estos aspectos recogen algo las cuatro fotonovelas presentadas en esta expo. Nacho Canut, en Topzilla, la que dirige, establece vínculos con el cómic de superhéroes, del que era prima hermana. La tónica general es la mezcla con géneros, de la que la fotonovela bebía con similar descaro pero sin esta distancia histórica aplicada. Digamos que la única en plegarse a cierta pureza de la fotonovela original es Valeria Vegas, incluso subrayando –y dándole la vuelta– el carácter ambiguamente moralizante que las presidía: mostrar lo que se consideraba terrible con crudeza y sensacionalismo, para luego criticar aquello de lo que sin duda hacían apología.

Fotonovela entre amigas

El terror gótico mezclado con la fantasía espacial, eso tan pulp y de serie B, también está presente gracias a la dirección de, lógicamente, Alaska, utilizando como guiños esos reclamos amarillistas que hoy nos parecen tan de otro mundo: “¡Sexo! ¡Violencia! ¡Lesbianismo!”, se puede leer en la portada, entre exclamaciones y con colores chillones. A la pareja Calvo & Ambrossi les ha tocado lidiar con la temática juvenil, rollo SuperPop, componiendo la que posiblemente sea la más alejada al lenguaje puro de la fotonovela, constantemente salpicada de detalles gráficos muy bien añadidos por Artefacto, que logran comprender el medio a la perfección, deleitarse en él y utilizar recursos ajenos con total mímesis en todas ellas.

El hecho de que los protagonistas de estas odiseas pop en tono humorístico-desprejuiciado sean toda la troupe de las Nancys no es sino consecuencia directa de otro hecho histórico real: las celebrities de su tiempo utilizaron la fotonovela como fórmula para afianzar su popularidad y capitalizarla: es notorio el caso de María José Cantudo en España, o de Christian Bach en Argentina. Esto también responde a la lógica de la fonotovela de la que, nos consta, el propio Mario Vaquerizo o Valeria Vegas son consumidores, coleccionistas y recopiladores obsesivos. Todo en esta expo parte de una bastante aguda comprensión del medio, y un amor incondicional por él. Y a falta de que alguna otra institución se interese y trate de darle algún marco histórico narrativo para que podamos comprender más y mejor su naturaleza, bienvenidas sean estas propuestas que al menos permiten mantener vivo el interés.


Fotonovela puede verse en La Fresh Gallery (Conde de Aranda, 5 · Madrid) hasta el 15 de julio. Más información en www.lafreshgallery.com


 

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