Shalom! O para que nos entendamos: paz y bienestar. Bastaría con la palabra más repetida en Israel para poder definir lo que uno se encuentra allí, pero bajo la bandera blanca y azul con la estampada estrella de David hay mucho más. Vale que el recurso del oasis en mitad del desierto está muy manido, pero si hablamos de cultura y tolerancia, el país hebreo es único por numeroso motivos.
Es aterrizar en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv, tras surcar los cielos con Air Europa y bajo el manto del Ministerio de Turismo de Israel, para empezar a descubrir lo que ya nos habían adelantado. Eso sí, su saludable diversidad solo estará amenazada por los más de 30 grados que te acompañan a lo largo de los 600 km de extensión territorial.
Por cierto, en la ciudad blanca que nunca duerme (más que acertada definición de Tel Aviv) se celebra el Orgullo Gay más especial del planeta. Bajo el lema “Mujeres por el cambio”, desde Oriente Medio se da el pistoletazo de salida a la temporada de Prides europeos. Un subidón de adrenalina en el que merece profundizar.
Antes, lo haremos 400 metros por debajo del nivel del mar. Barro milagroso, efecto revitalizante y el lugar con menos altitud del planeta merece un aparte. Correcto, el Mar Muerto te deja flotando en más amplio sentido del término. Eso sí, prohibido abrir boca y ojos cerca del agua si no quieres que su salinidad se quede contigo más de lo necesario.
A vista de pájaro (y a 3 minutos en teleférico), el parque nacional de Masada cuida del desierto de Judea y mantiene en pie parte de su fortaleza. Su leyenda, protagonizada por un Herodes que allí estableció su refugio, se mantiene intacta. Si aún quedan fuerzas, el jeep es sin duda la mejor opción para surcar las dunas y engrasar las caderas.
Hacia el oeste, para obligatoria en Jerusalén, una de las capitales multiculturales más imponentes del planeta. Cada rincón guarda una historia, y en el kilómetro cuadrado intramuros de la vieja ciudad, la emoción se vuelve aún más indescriptible. Allí conviven judíos, cristianos y musulmanes, y cada uno cuenta con su lugar sagrado. El Muro de las Lamentaciones, el Santo Sepulcro y la Cúpula de la Roca son un significativo vestigio de su riqueza cultural.
Llama la atención cómo, además de su sentido patriótico, los israelíes conviven desde el respeto independientemente de la religión que profesen. Desde el Monte de los Olivos, uno de los lugares más sagrados de Tierra Santa, se respira una especial tranquilidad que solo se ve alterada por la emoción de contemplar las más de 1.500 tumbas que llenan su ladera.
Ya en la costa, y de vuelta a Tel Aviv, el país se occidentaliza. Rascacielos, playas impolutas y ganas de sacudirse algún que otro tópico procedente de Europa. Antes del apoteósico Gay Parade, conviene adaptarse a la ciudad desde el fastuoso Carlton Hotel. Sus cinco estrellas miran de reojo la playa de su compañero Hilton, lugar donde nos susurrarán cómo es eso de estar orgulloso por aquí entre música y bíceps bien silueteados.
Otros hablan alto y claro: “Esto es un rayo de luz en Oriente Medio, estoy aquí para celebrar con orgullo algo que no debe limitarse al colectivo gay, y espero conocer a muchos israelíes guapos”. Y nadie mejor que el actor Alan Cumming (The good wife) para describir cómo Tel Aviv mezcla, innova y guarda esencia única. Claro, por algo fue el embajador de su Gay Pride y uno de los mayores activistas LGTB de todo Hollywood; al que, por cierto, vimos muy entregado a bordo de la carroza.
Escoltando, Ron Huldai pone pausa y experiencia. Solo bajo esas premisas uno puede ser alcalde desde 1998 en la ciudad más gayfriendly del mundo. “Para decir la verdad, la comunidad gay ha luchado mucho desde que estoy aquí, queda mucho por hacer y por eso hacemos el desfile, y espero que nos felicitéis por lo que va a pasar este fin de semana”. Uno ahora se explica muchas cosas.
Los más intrépidos huyeron de la brisa marina para consumir en Carmel Market, regatean para llevarse la kipá (pequeña gorra ritual que llevan en la cabeza los varones judíos) a casa, se desplazan hasta el sur para ver la preciosa Jaffa y hacen una parada en Gan Meir Park. Lugar donde más de 200.000 personas iniciaron el pasado viernes la marcha por las calles de la ciudad para que su grito de libertad traspase las barreras de la discriminación. Y bien que se les oyó.
“Si todo el mundo cantara esta canción, que hable de paz, que hable de amor…”. Quién no recuerda a la eurovisiva Betty Missiego en 1979, y eso es precisamente Israel, sede del festival en aquella ocasión. Conviene que nadie os lo cuente.