Vuelven los hijos pródigos. Y eso que Paul Greengrass, director de El mito de Bourne (2004) y El ultimátum de Bourne (2007), dejó claro en 2013 que no retomaría la franquicia de agentes secretos inspirada en los personajes de Robert Ludlum, lo cual dejaba también fuera del proyecto a su leal colaborador Matt Damon, que solo aceptaría protagonizar una continuación con la condición de que Greengrass permaneciera al frente.
¿Qué ha pasado entonces para que nueve años más tarde Greengrass, como director y coguionista, y Damon, como estrella principal, hayan recuperado el interés en Jason Bourne? Un escenario político completamente nuevo y un clamor popular que no podían ignorar. “La razón principal por la que decidimos hacer esta película es el público. En cualquier aeropuerto, en cualquier calle, siempre hay alguien que me para y me pregunta si vamos a hacer otra película de Bourne. Por un lado, es maravilloso, pero por otro significa mucha presión añadida porque debemos estar a la altura de las anteriores. Nos sentimos muy orgullosos de las tres primeras y queremos que esta encaje a la perfección”, cuenta Matt Damon.
“Las películas Bourne son casi como una familia, todos regresamos”, dice Paul Greengrass. “Y me encanta. Creo que la mayoría pensó que no ocurriría, pero sí, hemos hecho otra. Es un poco como un grupo de rock juntándose de nuevo para una gira, que tocan unos temas nuevos y muchos clásicos”.
Es una buena manera de explicar que la única manera de continuar el legado de Bourne tal y como lo conocían los fans era recuperando a sus padres legítimos. “Confío en muchos directores, pero creo que Paul Greengrass y Doug Liman [director de la fundacional El caso Bourne] son las dos personas que pueden ponerse al frente de la saga. Aún recuerdo cómo hace 16 años nos reunimos para crear un nuevo personaje al margen de James Bond que resultara más cercano a nuestra generación. Podría plantearme continuar con Doug, pero me he vinculado más a Paul. Entiende la franquicia Bourne a la perfección y no puedo imaginarme la película sin él”, explica el actor.
Jason Bourne supone la quinta colaboración entre Paul Greengrass y Matt Damon, y la tercera como director-protagonista dentro del universo Bourne, aunque ambos hayan sido los ideólogos de la saga desde su gestación con El caso Bourne (2002). Porque fue el director inglés, que se puso al mando en la segunda entrega, quien aportó su característico y rompedor sello de cámara nerviosa. “Vi la primera película de Bourne por recomendación de mi padre”, explica Alicia Vikander, que se suma a la franquicia en esta nueva entrega. “Hay tantos directores que han tratado de imitar a Bourne sin igualar la acción y la emoción… Pero ninguno logra el carácter ni el trasfondo social ni político que te hace pensar que Jason Bourne puede existir de verdad”, cuenta.
La actriz interpreta a la agente especial Heather Lee, una hacker especialista en pirateo informático, contrainsurgencia y ataque con drones que forma parte de la nueva cúpula directiva de la CIA, pero que no comparte la estrategia ni los métodos de su nuevo director, al que da vida Tommy Lee Jones, para dar caza a Jason Bourne. “Mi personaje es un símbolo del cambio de los tiempos, de cómo hay una generación joven y completamente nueva al mando. He conocido a gente en Londres con trabajos similares, algunos tienen mi edad y tres postgrados. Cuando leí el guion me interesó el papel de Heather, tiene muchas capas y refleja lo que la mujer ha avanzado en los últimos diez años, como cuando el personaje de Joan Allen tenía un puesto de responsabilidad en la CIA”.
La última vez que vimos a Jason Bourne en El ultimátum de Bourne, el ex agente desaparecía entre las sombras para ocultarse a ojos de la CIA y recuperar la identidad que se le había negado. Entremedias, hemos conocido el spin-off El legado de Bourne (2012) –protagonizado por Jeremy Renner y Rachel Weisz y dirigido por Tony Gilroy, guionista de las anteriores–, y sobre todo, un mapa geopolítico mucho más hostil que el que Bourne nos dejó en 2007. “El concepto actual de la guerra cibernética y de los recientes avances tecnológicos está en mente de todos”, comenta su protagonista. “Cada vez somos más conscientes de la vida digital, de las libertades civiles, de cómo se nos puede controlar, y Bourne regresa a ese nuevo mundo”.
En esta última entrega, con más acción y secuencias de persecución que las anteriores, nos reencontramos con Bourne en la frontera grecoalbanesa, donde sobrevive como luchador en peleas clandestinas. Se ha liberado por fin de la identidad de Jason Bourne, pero hay detalles de su pasado que todavía desconoce: ¿Quién mató a su padre? ¿Por qué la CIA le vigilaba antes de presentarse como voluntario? ¿Hay más operaciones ocultas que pongan en riesgo la seguridad global? No tarda en descubrir que un nuevo programa de nombre Iron Hand amenaza con crear una red inteligente de vigilancia capaz de controlar todo y a todos.
“Es la cuestión principal que queremos abordar: el debate de los derechos civiles frente a la seguridad nacional. El mundo ha cambiado tanto desde 2007 que no nos planteamos estas cuestiones en las primeras entregas de Bourne. Hay que estudiar las implicaciones de la tecnología en nuestra sociedad y en nuestras democracias. La película no ofrece respuestas porque es entretenimiento, pero sí hace referencia a ello porque es el reflejo de la realidad”, explica el actor. “Las primeras tres películas de Bourne trataban de George W. Bush y su guerra contra el terrorismo, aunque no de una manera explícita. Por eso decidimos rodarlas en ciudades como Londres, Madrid y Nueva York, porque habían sufrido ataques. Hoy Jason Bourne recorre los nuevos paisajes del mundo contemporáneo: Grecia, Londres y Las Vegas”.
Por eso Jason Bourne se hace eco de acontecimientos geopolíticos recientes como las filtraciones de Wikileaks y el estado de ánimo de la era post Snowden, obsesionada con la vigilancia extrema para plantearse una duda: ¿Qué puede más, nuestro deseo de intimidad o nuestra necesidad de seguridad? “Siempre habrá fricciones entre los gobiernos, los responsables de la seguridad nacional y las libertades civiles. Recuerdo que un profesor de la universidad me dijo que la KGB contaba con 29 millones de informadores, todos ciudadanos de a pie. Un aparato increíblemente potente imposible en las democracias libres. Con la vida digital, que es tan fundamental, nos hacen creer que cuanto más sepan de nosotros, mejor protegidos estaremos. Ese es el gran debate de nuestro tiempo”, dice Damon. “Estoy contento de que los informes de Edward Snowden y Julian Assange se hayan hecho públicos. Les agradezco que sepamos lo que está pasando. ¿Esto nos hace menos seguros? No tengo respuesta para eso”.
“Estoy convencido de que, haga lo que haga, siempre se me asociara con este papel”, cuenta Damon. Y es lógico. Ha interpretado cuatro veces al ex agente especial y le seguirá eternamente. “No me importa que me siga. Al contrario, Jason Bourne me cae realmente bien”. Pero, ¿ha llegado a pensar en un posible sustituto ahora que el actor se acerca a los 50? “No ha nacido aún el actor que me sustituya como Jason Bourne”, bromea. “Siempre que sea Paul quien dirija, me encantará ser Bourne. Esta saga no es como James Bond, que recibe siempre una misión nueva y puedes ver las películas en el orden que quieras. Esta tiene una sucesión cronológica. Estoy seguro de que algún día habrá un actor o actriz que me sustituirá. Universal tiene los derechos de la historia y tienen mi bendición para explotarla”.
LA PELÍCULA JASON BOURNE SE ESTRENA EL 29 DE JULIO.