Ayer miércoles tuvo lugar en la localidad valenciana de Buñol una de las fiestas más reconocidas de nuestro país, La Tomatina. Declarada de Interés turístico Internacional en 2002, el evento concentró a 22.000 participantes que lanzaron más de 160.000 kilos de tomate, convirtiendo así las calles del municipio en ríos de tomates.
Desde hace más de 70 años los buñolenses han festejado esta particular fiesta que atrae a tantos forasteros cada año. Rusos, británicos, franceses, estadounidenses, e incluso turistas venidos directamente desde nuestras antípodas, se dejaron caer por esta población para descubrir de primera mano qué se siente al estar en plena guerra (eso sí, pacífica), en que las balas y la metralla son sustituidas por este delicioso fruto.
En esta ocasión, la fiesta ha traído debajo del brazo un mensaje en contra dos de las mayores lacras sociales que padece nuestro país, el machismo y la homofobia. Una gran pancarta ha acompañado al convoy de camiones desde donde se han lanzado la mayoría de kilos de tomates, expresando su total rechazo a estas barbaries. Asimismo, el Ayuntamiento de Buñol ha puesto en marcha para esta celebración un dispositivo de seguridad mayor que del año pasado, con un 10% más de agentes de seguridad, con el objetivo de evitar episodios de abusos sexuales tan nefastos y vergonzosos como los ocurridos en los Sanfermines, o las agresiones homófobas. Un protocolo de “tolerancia cero” hacia este tipo de conductas incívicas, tal y como ha explicado el alcalde de la localidad, Rafaél Pérez.
Una iniciativa que sin duda es de agradecer y que muestra el apoyo de La Tomatina de Buñol al colectivo LGTB en su lucha por erradicar los casos de crímenes de odio por orientación seuxal.