No es lo mismo ver bien que estar de buen ver. Y no todos los días se tiene la oportunidad de sentarse a charlar con un deportista de élite sobre cuidados físicos, belleza, atractivo motero y homofobia. El piloto de Moto GP Pol Espargaró anda sobrado de sensatez y con una perpetua sonrisa explica su visión sobre temas tan variopintos.
Y nunca mejor dicho. Porque antes de nada, el catalán de 25 años tiene una misión: la salud visual afecta de manera negativa al rendimiento de su profesión, y dado que para muchos es el sentido más importante para su seguridad y rendimiento, es necesario ponerle nombre y apellidos. Gracias a un estudio elaborado por Clínica Baviera dan a conocer juntos el riesgo que implica no cuidar la disminución de la vista. Sean profesionales o aficionados, avisados quedan.
Espargaró es de los primeros, y por convicción: “Toda mi vida está relacionada con el deporte, nada más desayunar me voy a correr con mi perrita o me voy por las montañas”, explica. Mientras va a 250km/h solo piensa en el próximo viraje, y si todavía no lleva tatuada la palabra disfrutar, ha de ir pensando en coger tinta y aerógrafo. “Aunque mi familia sufre”, aclara.
¿Tiene un hombre dedicado en cuerpo y alma al deporte tiempo para mirarse al espejo? Sí. “Soy presumido, me gusta la moda y he tenido la oportunidad de ir a desfiles en Milán, es algo muy alejado de mi mundo pero que me encanta”. Se deja aconsejar, pero cuidado con ir de compras con él, puede que eches toda la tarde. “Soy consumidor a lo grande de ropa y de zapatos, tengo muchos”, confiesa.
Tampoco se priva de comer lo que le plazca. “La dieta tiene que ser equilibrada, pero el estar todo el día haciendo deporte me ayuda a comer un poco lo que quiero”. Eso sí, mantengan fuera de su alcance el chocolate que “a veces me cuesta evitar las tentaciones”.
Queda claro que se preocupa de la materia prima tanto como de la percha. Y para los que revisen su agenda para ir al gimnasio, Pol vuelve a sacar su palabra fetiche. “Lo principal es disfrutar, no vale ir al gimnasio obligado, porque no vas a mejorar. Tampoco a reventarte, hay que ir buscando los métodos en los que estés más cómodo como las clases de boxeo, danza o spinning, por ejemplo”, aconseja.
Domina ampliamente la teoría, pero la práctica –y la estadística– también revela que el motero tiene un atractivo que no entiende de pesas y aparatos. “Tal vez el mono y el casco tienen un punto rudo, un rollo de tío malo que si lo unes al riesgo tal vez pueda influir un poquito, pero soy un tío normal (ríe)” intenta desdramatizar sonrojado.
En sus redes sociales se muestra menos tímido, lugar adecuado para comprobar su filosofía. Pol es de los que están a favor de su uso, aunque con control: “Me encanta trasmitir mi mundo a través de Instagram, y ahí la gente puede tener un contacto conmigo más diario. Tú limitas lo que quieres enseñar, lo único que no me gusta es cuando se influye a la hora de crear odio”, añade.
Un matiz en el que el colectivo gay lamentablemente es experto. Y si lo extrapolamos al mundo del deporte, los tabúes y la ausencia de visibilidad se vuelven aún más latentes. “Gracias a Dios, esto está terminando, la gente está cada vez más sensibilizada. No tiene sentido que al nivel que estamos y el mundo que tenemos nos haya gente que no entienda que dos personas que se amen”. La homofobia es “estúpida y señal de incultura, hay que intentar cultivar a los intolerantes y dejar pasar el tiempo para que sea algo cotidiano y normal”. Un bonito mensaje para que se apague el semáforo de la discriminación.
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