Si te han llamado maricón, bujarra o nenaza por ser gay, debes verlo

MARICÓN. BUJARRA. NENAZA. “Maricón. Bujarra. Nenaza. Risas a tus espaldas. Señalarte con el dedo. Elegirte el último para los equipos en el recreo. Cuchicheos cuando te tocaba leer en clase. Ser el chiste fácil para el machito del colegio y su séquito. La gente puede llegar a ser muy cruel, sobre todo en la escuela cuando […]

Pablo Carrasco de Juanas

Pablo Carrasco de Juanas

Mariquita inquieta. Siempre llevo la cámara cargada por si aparece la reina Letizia (…o Leticia Sabater). ¡Ah!, también escribo.

4 noviembre, 2016
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Si te han llamado maricón, bujarra o nenaza por ser gay, debes verlo

MARICÓN. BUJARRA. NENAZA.

“Maricón. Bujarra. Nenaza. Risas a tus espaldas. Señalarte con el dedo. Elegirte el último para los equipos en el recreo. Cuchicheos cuando te tocaba leer en clase. Ser el chiste fácil para el machito del colegio y su séquito.

La gente puede llegar a ser muy cruel, sobre todo en la escuela cuando la máxima aspiración para los que en realidad no tiene aspiraciones en la vida es hacerse notar, ser el líder de la manada, el macho alfa. Para estar arriba necesitan que haya gente que esté debajo, y para que eso ocurra se encargan de pisar al que puede ser diana de sus mofas. El marica, el gordo, el empollón, el rarito. Cualquiera que no sea como la sociedad dictamina que se tiene que ser, cualquiera que tenga, según ellos, un defecto que despreciar y del que poderse reír.

Lo demás tienen 2 opciones: estar con él o estar contra él. Porque no admite término medio. Y a esas edades en las que la personalidad aún no está formada, en las que todos quieren encajar y ser parte del grupo que mola, normalmente le eligen a él. Y le ríen las gracias. Y se ríen de ti. Y te señalan con el dedo cuando él dice que lo hagan. Y le aplauden los insultos. Y repiten los motes. Y te hacen de menos. Y tú te sientes de menos: inferior, pequeño, ridículo, sin entender por qué a ti, por qué no te quieren si tú haces lo posible por encajar, por qué la gente es cruel sin motivo, por qué la vida es injusta, por qué has nacido así.

Y rezas aunque no sepas. Y pides ayuda mirando al cielo aunque no creas. Incluso prometes que si todo eso termina dejarás de hacer tal o cual cosa, o harás esta o tal otra. Pero al día siguiente te levantas, vuelves a clase y todo sigue igual.

Y lloras. A escondidas, eso sí. Porque no se te permite ser débil.

Pero lo que no sabes en ese momento es que todo eso que te está pasando, que es una putada, una putada enorme, te está haciendo resistente y te está convirtiendo en un superviviente. Te está forzando a agudizar el ingenio y la capacidad de adaptación, te está mostrando a base de hostias lo que no quieres ser de mayor, y te está enseñando a base de golpes lo que no querrás hacer a los demás nunca porque sabes por tu propia piel lo mucho que duele. Te está enseñando que tú eres fuerte, y que si has podido con eso, puedes con mucho más.

Pasan los años, el colegio termina y ese niño tímido por obligación del que se reían crece y se da cuenta de que eso de lo que todos se reían en realidad no es un defecto. Y cuando tú te das cuenta de que ese defecto no es tal dejas de sentirte de menos, y dejas de sentirte inferior. Porque no lo eres. Y cuando ese sentimiento de inferioridad desaparece se quedan todas las fortalezas que fuiste ganando a causa de esa marginación, y te das cuenta de que te has convertido en una gran persona: confiada, fuerte, seguro de ti mismo, bueno con los demás y bueno contigo, optimista y resistente. Te has convertido en lo que siempre soñaste ser, que es exactamente lo que siempre fuiste, pero tú no lo sabías.

Y no guardas rencor ni odio, porque en realidad lo que sientes es lástima y orgullo. Lástima por aquellas personas, porque si para sentirse ellas mejor tenían que hacerte sentir a ti peor merecen toda tu compasión, ya que en realidad eran unos infelices que tal vez no hayan encontrado su lugar en el mundo. Y orgullo porque sobreviviste, creciste, nunca te diste por vencido y hoy en día eres la mejor versión de ti mismo que podías llegar a ser.

Ponte de pie y date un gran aplauso, porque te lo mereces”.


Este texto escrito por MIGUEL NASCH se publicó originalmente el 21 de enero de 2015, en la sección Querido diario de Weloversize

 

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