Parecía que el tema ‘peluquín’ de Miguel había llegado a su fin cuando se quitó el postizo delante de todos sus compañeros de Gran Hermano. Sin embargo, el gallego ha continuado llevándolo como hacía antes de la confesión, así que aquel momento revelación fue un visto y no visto.
Pues bien, el harakiri de Bea a sus extensiones chonis se ha quedado en una simpática anécdota después de lo que vimos ayer en la gala. Miguel decidió raparse al cero la cabeza, y lo que es más, quemar sus prótesis capilares en una especie de ritual.
Se estuvo besando a sí mismo en todos los espejos de la casa, escribió “me quiero” con piedrecitas en el jardín y gritó hasta sacar todo lo que llevaba dentro.
¿Será el comienzo de un nuevo Miguel?