La fantasía ¡Mi cielo! yo no hago milagros, que sea lo que Dios quiera, del diseñador Nelson Rodríguez Moreno, resultó vencedora de la vigésima Gala Drag del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria 2017. Borja Casillas se transformaba en Drag Sethlas para defender un show cargado de iconografía religiosa que ha despertado tantas críticas como elogios.
Transfigurada en Virgen, Drag Sethlas representaba sobre el escenario del parque de Santa Catalina de la capital grancanaria su transición a Jesucristo crucificado. El show lo completaban su cuerpo de baile que –primero como nazarenos y luego como “manolas”– danzaban alrededor de su santísima efigie; también la música que mezclaba, en sus tres minutos y medio de duración, canciones con referencias explícitamente sacras: Like A Player de Madonna, Judas de Lady Gaga y Que levante la mano mi gente de Juan Magan.
Cuando las actrices Anabel Alonso y Yanely Hernández y el periodista Roberto Herrera –conductores de la gala– anunciaron que Drag Sethlas era la reinona de la noche, se desataba la polémica.
Al instante, las redes sociales, bajo el hashtag #DragQueenLPGC, se llenaban de comentarios de todo tipo sobre el show: desde los que lo calificaban como irrespetuoso para la religión católica y los creyentes hasta los que lo defendían por transgresor, valiente y artísticamente impecable.
Una controversia que le debería parecer exagerada y rancia a cualquiera que recuerde, por ejemplo, el Confessions Tour de la Reina del pop, aquella gira en la que la diva gay cantaba Live to Tell desde una cruz de espejos. Usar la iconografía religiosa para provocar artísticamente está muy visto. Y hacer un drama de dimensiones bíblicas de ello, también.
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