2016 no fue un buen año para el colectivo LGTB. Las agresiones homófobas aumentaron con respecto a años anteriores.
Una de las numerosas víctimas de LGTBfobia ha hablado para dar a conocer su historia, cómo se vive ser agredido por un grupo de personas que discriminan a la comunidad gay. El Periódico ha recogido su testimonio.
Andrés, un chico homosexual, sufrió a finales del pasado año en sus propias carnes las consecuencias de los delitos de odio. Curiosamente, tuvo lugar en una localidad tan gayfriendly como Sitges, en la provincia de Barcelona. Andrés salió con sus amigos gays a un local de copas a divertirse. La situación comenzó a torcerse cuando un grupo de chicos jóvenes empezó a mofarse de ellos por su orientación sexual.
Una vez finalizada la jornada de ocio, los amigos de Andrés se marcharon a un hotel y él se dirigió a la playa para hacer tiempo hasta que llegara el primer tren de la mañana y así poder volver a casa. Fue ahí donde el grupo de homófobos volvió a coincidir con él. Andrés quiso evitar cualquier tipo de conflicto y se marchó a la estación, buscando el amparo de otras personas. Fue allí donde comenzó la angustia.
“Mientras esperaba en un banco, uno de esos chicos se pone a mi lado y me amenaza, justo cuando noto un fuerte golpe por detrás, en mi cabeza. Me levanto mareado y al girar veo mi sangre en una piedra de un palmo que sostenía uno de ellos mientras sonreía”, ha contado Andrés, que prefiere no revelar su auténtica identidad. Fue entonces cuando comenzó a recibir insultos y amenazas de que iba a morir apedreado. A continuación, uno de los chicos del grupo empezó a lanzarle piedras y otro le propinó un fuerte golpe en la cabeza; acto seguido perdió la conciencia.
Testigos de la horrible escena cuentan que acabó sobre las vías y que un chico del grupo de agresores se desentendió de lo que estaban haciendo sus amigos subió a Andrés al andén, lo cual probablemente le salvó la vida.
Los dos presuntos agresores fueron identificados por los Mossos y la Policía Local de Sitges. Uno de ellos es adulto y se encuentra en prisión preventiva; el otro es menor de edad y está bajo tutela oficial. El proceso judicial se encuentra en fase de instrucción.
“La homofobia no es innata sino cultural, se transmite de adultos a niños. Deberían pensar que algo así puede arruinar la vida del agresor y del agredido. Y que el amor siempre es una alternativa mejor que el odio”, ha denunciado el agredido. Meses después, sigue teniendo mareos y secuelas psicológicas.