El 14 de abril de 2016, el que estas líneas escribe llamó por teléfono a Jesús Tomillero después de convertirse en el primer árbitro de fútbol profesional en hablar públicamente de su homosexualidad tras recibir insultos homófobos en más de un partido. Se abría un rayo de luz para todos aquellos que permanecen a la sombra de los tabúes del deporte rey y buscan referentes visibles que, a pesar de correr el riesgo de ser martirizados, entregan de forma altruista su privada condición sexual a cambio de luchar por los derechos LGTB.
Esta actitud, plausible y llena de valentía, no debe quedar en el olvido. A partir de ahí, Tomillero vivió en una continua vorágine de discriminación que le hizo abandonar su carrera deportiva y tener escolta durante los encuentros en su vuelta a los terrenos de juego. Así que más allá de cuestionables movimientos que ahora analizaremos, el joven sí fue víctima de actos injustificables, a los que se suma un mutis estamental gremial que sigue advirtiendo de los problemas que hay en nuestro país si mezclamos fútbol y homosexualidad en un mismo contexto.
El gaditano recibió reconocimientos, homenajes y apoyo. Se le pudo ver en Bruselas abordando en el Parlamento Europeo una ley contra la LGTBfobia en el deporte, o en el Camp Nou invitado por el F.C. Barcelona abanderando una campaña para erradicar sufrimientos como el suyo. Pero una cierta soberexposición comenzaba a devorar un personaje que, tal vez mal asesorado, se alejaba del activismo y se acercaba a un peligroso foco mediático. Se perdía la unanimidad sobre su beneficiosa aportación.
Después de aparecer en El Español asegurando que el PP era su familia, o en Late motiv afirmando que el 99% del partido era gay, Tomillero se convirtió en ‘Monchito’, haciendo un flaco favor a todos los que le habían mostrado respaldo absoluto. Participó en la Sálvame Snow Week, donde sus affaires extra matrimoniales coparon la parrilla de Telecinco. Fuimos testigos de su ruptura, mar de lágrimas y reconciliación con ‘Monchito’ David, que se disfrazó de tigre para, después de confirmar la deslealtad, pedir que su novio ganara un reality cuyo premio consistía en conseguir una silla fija en la sobremesa junto a Jorge Javier Vázquez. Escenas que ya quedan para los anales de la televisión.
En el ambiente existe la sospecha de que Tomillero vio el filón, y que no era cuestión de “combatir” en silencio con propuestas, reuniones e insomnio: cuanto más cerca de la cámara, mejor. Y de paso, pinceladas desafortunadas en redes sociales usando por ejemplo, la bandera arcoíris como única prenda. Una última aparición en un especial de First Dates le devolvió al candelero, pero Monchito’s time ya había perdido potencia y, lo que es peor, credibilidad.
Ahora, el ex árbitro acaba de publicar sus memorias, Volar sin barreras, donde se espera que se centre en los dos primeros párrafos de este texto y dé un giro a su estrategia. Su capacidad para captar –también detractores– es indudable, aunque ese “mejor que hablen mal de ti a que no hablen” no sirve en temas delicados que afectan a tantas personas. El fin no siempre justifica los medios… Veremos.