Ron Gage, de 55 años, y su pareja, Henry McKinnon, de 58, estaban compartiendo una velada romántica en un restaurante llamado ‘Prime Rib’ en Washington. Un local, de lujo, que exige un código de vestimenta para cenar, no dice nada de del “ambiente que debe tener el restaurante”, ¿qué ambiente exactamente?
Ron y Henry llegaron puntuales a la cita, e incluso, estuvieron bromeando con su camarero, que se mostró muy amable hasta los postres. “Cuando llegó la hora del postre, pedimos un helado con dos cucharas. Entonces el camarero dijo que lo traería en dos platos separados. Dijo que no quedaría bien que dos señores coman de un mismo postre y que no iba con el ambiente del restaurante”. Publicaron en las redes sociales lo ocurrido. Decían indignados que: “Nos quedamos sin palabras. No nos lo esperábamos”. Se fueron del restaurante y se avergüenzan de no haber dicho nada al encargado.
Por otro lado, el encargado del restaurante, James MacLeod, ha dicho al Washington Post: “No puedo creerme que un camarero haya dicho algo así. De ninguna manera permitimos que esto ocurra”. Éste excusó al empleado al ser búlgaro, no tener el inglés como lengua materna y que podría haber malinterpretado lo que la pareja pretendía pedirle. Declaró también que se pondría en contacto con ellos.
En una cadena de comida rápida llamaron «maricón» a un cliente antes de servirle su hamburguesa. Sigue leyendo
Mientras pedía una hamburguesa le llamaron “maricón”. Luis Hernandez, un joven de 24 años, acudía a un restaurante de comida rápida y no se esperaba la que se le venía encima. Ocurrió en 2015 y lo recordamos ahora porque también fue en Washington. Mientras hacía su pedido, Luis oyó cómo la encargada humillaba a la persona que estaba tomando nota de su pedido, tal y como cuenta al portal gaystarnews. “Me pareció irrespetuoso y poco profesional y decidí expresar mi opinión al empleado que estaba tomando mi pedido», comenta. Y añade: “Le dije al chico que si esa mujer fuera mi superior, no toleraría esa actitud”. Hasta aquí todo más o menos controlado.
Entonces, el empleado y su jefa mantuvieron una conversación para aclarar lo sucedido. “Mientras hablaban, ella me miró, y cuando le quise argumentar, me dijo que le daba igual”. A raíz de la disputa, sin saber muy bien por qué, el empleado humillado decidió pagar su frustración con el cliente y comentar con un compañero: “Ves, esto me pasa por atender a maricones”. Para frotarse los ojos una y otra vez.
Total, que le humillan y decide pagar con la misma moneda al que le intentó defender. Y después, en un acto de cobardía, visto que Luis era ya un basilisco, decidió que lo más adecuado era justificar que no estaba refiriéndose a él. “¿Hay algún maricón más aquí?”, preguntó el afectado irónicamente. Él mismo reconoce que “no me visto como un heterosexual, soy afeminado y mi comportamiento demuestra que soy gay”, porque obviamente se dio por aludido.
La cosa iba a acabar mal, pero no tan rápido. Luis ya tenía su comida y se marchaba a casa, pero llegó la sorpresa final. “Mi hamburguesa tenía un olor horrible, me la encontré cruda y con sangre por todas partes”. Las fotos, en este caso, hablan por sí solas. De inmediato, intentó contactar con el restaurante, pero le colgaron el teléfono y no quisieron saber nada del asunto. Luis lo tiene claro: “Estos empleados trataron intencionadamente de hacerme enfermar. Esto es un peligro para la salud”. El caso está ahora en manos de la policía, tras un informe de un inspector que revela que se trata de un caso de “manipulación criminal”. Estaremos atentos para saber si quien se mancha el último se mancha mejor…