Que se pudran las medias naranjas

En Tinder tengo decenas de conversaciones que un día empezaron y, con la misma, acabaron. Instalé la aplicación en el móvil por curiosidad, y terminó matándome. Y aunque ya no espero nada, despedirme de ella se ha vuelto una misión imposible. A estas alturas, no busco un amor a primera vista; me basta con pasar […]

18 septiembre, 2017
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Que se pudran las medias naranjas

En Tinder tengo decenas de conversaciones que un día empezaron y, con la misma, acabaron. Instalé la aplicación en el móvil por curiosidad, y terminó matándome. Y aunque ya no espero nada, despedirme de ella se ha vuelto una misión imposible.

A estas alturas, no busco un amor a primera vista; me basta con pasar de la clásica conversación de saludo, estudios o trabajo y lugar de procedencia. Tampoco busco a mi media naranja, porque hace tiempo que aprendí que estas, con el tiempo, terminan pudriéndose.


Que se pudran las medias naranjas;
busca limones enteros


He perdido la cuenta del número de veces que he pensado que la había encontrado. “Madre mía, ¡es que somos iguales!”. “He notado la química entre ambos desde el primer momento; eso tiene que ser una señal”. “De verdad, esta vez sí que sí…”. Y la media naranja, expuesta a la complejidad de las relaciones, a la desidia que supone la rutina, a los miedos e inseguridades que nos han inculcado, se ha terminado oxidando y, en un punto final, se ha podrido. Una historia más.

Que se pudran las medias naranjas

Y las falsas medias naranjas se acumulan, unas tras otras, dando lugar a un cúmulo de pensamientos y sentimientos que cambian, casi sin darte cuenta, tu concepción de lo que creías que era una relación. Pero sientes que no son simples decepciones de usar y tirar. Traen consigo lecciones que dejan ver qué esperas. Y, así, te das cuenta de que ya no piensas en lo de antes; ni siquiera esperas que comparta tus gustos más básicos. Solo esperas que llegue para quedarse, con todo lo que ello conlleva. Buscas algo a lo que no sabes ponerle nombre. Decides llamarlo ‘x’.

Yo lo he denominado “limón entero”. No suena nada mal. Y aunque soy ateo convencido, he comenzado a predicar mi palabra. No tengo mandamientos ni sabias lecciones, pero sí una historia que contar. Se llama El chico de los limones (que se pudran las medias naranjas).

Que se pudran las medias naranjas


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Que se pudran las medias naranjas

· UN GLOBO EN TUS MANOS ·
GABRIEL GARCHER

Querer(nos).

Con tiempo, con ganas, con paciencia.
Sin prisa, sin miedo, sin presión.

Construir un hogar viajero,
un tiovivo de emociones.
Una montaña rusa de intenciones.

De tira y afloja, de acción-reacción.

Querer con la inocencia de quien desconoce el dolor de romper un corazón.

Tú y yo,
querernos sin medida,
arriesgar la paz personal;
despedirnos del egoísmo,
conocer la bondad.

De mirar otros ojos y sentirlos propios,
de evadirte de tu cuerpo y entregarte a otro.

Querernos bien, sin límites que valgan.

Derribar barreras con dos palabras;
con hechos del querer.
Destruir el equilibrio,
sentirnos bien.

Jugar a querernos sin reproche, sin celos fundamentados en gestos que enamoren a cualquiera que se dé por aludido; sólo uno más.

Querernos a medias,
romper lo establecido.

Querernos tú y yo
sin pensar en las consecuencias:
perderse a uno mismo,
ganar en tristeza.

Querernos.

Que se pudran las medias naranjas


 

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